Sería tu paz como un río y tu justicia, como las olas del mar

Adviento

Viernes de la II semana

Esto dice el Señor, tu redentor, el Dios de Israel: “Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye en lo que es provechoso, el que te guía por el camino que debes seguir.

¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos! Sería tu paz como un río y tu justicia, como las olas del mar. Tu descendencia sería como la arena y como granos de arena, los frutos de tus entrañas. Nunca tu nombre hubiera sido borrado ni arrancado de mi presencia”. Palabra de Dios.

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La profecía de Isaías que leemos hoy está precedida de breves palabras de auto presentación del profeta: «Y ahora el Señor me envía con su espíritu». Sobre la base de la conciencia que tiene de si mismo el profeta se apoya el mensaje que consideramos. Encontramos tres ideas fuertes.

Yahvé no se presenta a partir de conceptos teóricos sino a partir de la experiencia histórica que se ha hecho de él, es «el redentor», sin embargo, si acercamiento a la historia humana en la que se inserta no le quita su trascendencia, Él es «el Santo de Israel».

Yahvé no aparece en función de si mismo sino del pueblo que es «su pueblo», por eso afirma que es «de Israel»; porque es fiel a la Alianza sellada con su pueblo se lo educa como padre, lo enseña como maestro, lo guía como jefe.

El pueblo regresa de la dura prueba del exilio y debe darse cuenta de que el camino que puede hacer este camino gracias a la acción poderosa de Yahvé. Esta toma de conciencia es el punto de partida de una percepción de la presencia “real” de Dios en la vida. A Yahvé le preocupa la vida de su pueblo; y porque lo ama, busca su maduración.

El pueblo es visto en tres dimensiones:

Primera dimensión: Es un pueblo terco, que no es dócil, que no ha sido fiel a Yahvé, razón por la cual fue al exilio.

Segunda dimensión, Es un pueblo amado, que es rescatado por Yahvé de esa situación y lo condice hacia la madurez: «el que te guía por el camino que debes seguir».

Tercera dimensión. Es un pueblo llamado a ser grande y fuerte; es la promesa que Dios hizo a Abraham y que sigue vigente y se realizará en plenitud: «Tu descendencia sería como la arena y como granos de arena, los frutos de tus entrañas».

Cuarta dimensión; Es un pueblo que debe aprender a leer la historia y sacar provecho incluso de los momentos críticos: «¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos!».

La docilidad para dejarse conducir por Dios es la prueba más fuerte del camino bíblico espiritual. Por eso, en forma de promesa, Yahvé motiva a su pueblo para que deje sus resistencias internas y acepte ordenar su vida conforme a los mandatos del Dios, entonces: «sería tu paz como un río y tu justicia, como las olas del mar».

Cuando se toma en serio la Palabra del Señor vienen muchas bendiciones. Todas ellas comenzando por un cambio profundo de vida que trae «paz» y dicha» continua -lo contrario a opresión y zozobra. Luego la vida en la justicia de Dios permite ver muchas realizaciones: «como las olas del mar».

No sólo el Israel del Antiguo Testamento batalló con lo docilidad a Dios; también para la generación de Juan el Bautista y de Jesús fue algo muy difícil. La comparación de los niños caprichosos que desbaratan juegos comunitarios y se pelean entre sí, muestra las dificultades para tomarse en serio la predicación de la Buena Nueva.

Pero así como Yahvé se acreditó recorriendo con su pueblo el camino de liberación, también Jesús puede decir «la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras». Jesús confía en que el pueblo comprenderá.


[1] Oñoro, F. Es hora de tomar a Dios en serio: Isaías 48, 17-19. CEBIPAL/CELAM.

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