“Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mc 2, 1-12)

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VII Domingo del tiempo ordinario – Ciclo B

Con este relato de este Domingo, el evangelista san Marcos nos introduce en una nueva etapa del ministerio del Señor. Después de la creciente admiración que suscitan las palabras y los signos con los que inaugura el Reino se presentan episodios conflictivos que nos enseñan que la misión de Jesús encuentra resistencias, oposiciones, objeciones; a pesar de ellas, el Reino de Dios acontece mediante acciones liberadoras que restablecen la comunión de las personas con Dios y con los hermanos.

Al leer el evangelio, es importante estar atento a las condiciones en las que Jesús encuentra a las personas y los cambios que hay en ellas después de este encuentro. Este domingo la novedad es que la tragedia de las personas no tiene que ver sólo la enfermedad  o la posesión del demonio sino con el pecado que interpone obstáculos a la relación con Dios y a la comunión fraterna.

En Cafarnaúm, en una casa

Después de la curación del leproso Jesús no podía entrar a la ciudad y a pesar de ello «acudían a él de todas partes», con mayor razón, cuando entra nuevamente a Cafarnaúm, al correrse la voz son muchos los que lo buscan. Jesús se encuentra en casa, el lugar que significa el espacio propio, de la intimidad y de la convivencia con los cercanos. Está «dentro» es decir, en el espacio de la comunidad de discípulos, pero son muchos los que se han agolpado en torno al grado de no dejar sitio, ni siquiera junto a la puerta. Jesús les anunciaba la palabra.

Le trajeron un paralitico llevado entre cuatro.

Contemplamos a los cuatro hombres que haciendo gala de gran tenacidad llevan a un hombre paralítico al encuentro de Jesús y que al verse impedidos por la multitud, tienen la osadía de subir al techo, abrir un boquete y hacer descender la camilla donde yacía el paralítico.

Por su gesto podemos decir de ellos que son símbolo de la perseverancia en la fe y en la caridad. Por un lado es evidente su caridad, pues se preocupan de la suerte del paralítico y quieren ayudarle para que obtenga su curación y no vacilan en hacer todo lo posible para llevarlo a Jesús. Por otro lado, son capaces de una empresa a primera vista imposible porque tienen fe en la capacidad de Jesús de devolverle la salud al enfermo.

Veamos ahora al paralítico. Recordemos que en la antigüedad era común establecer una estrecha relación entre pecado y enfermedad. Si se estaba enfermo era porque se había cometido un pecado; entre más grave la enfermedad, más grave el pecado, por ellos, los enfermos son vistos con sospecha y excluidos por quienes consideraban a los pecadores seres despreciables. Podemos imaginarnos la situación física y moral  del paralítico, incapaz de valerse por sí mismo y estigmatizado al ser considerado por su enfermedad un gran pecador.

Jesús se maravilla al ver la fe de aquellos hombres y le dice al paralítico «Hijo, tus pecados te son perdonados». La fe es necesaria para abrir el corazón a la acción decisiva de Jesús. Si no tenemos un corazón dispuesto, Jesús, que respeta nuestra libertad, no realiza su obra en nosotros.

La objeción de los escribas

El evangelista nos dice que «estaban ahí sentados algunos escribas» que en su interior juzgan a Jesús por lo que acaba de decir. Tienen la certeza que sólo Dios puede perdonar los pecados, por ello su juicio es severo; para ellos Jesús está blasfemando y el blasfemo es reo de muerte. El Señor que conoce el corazón del hombre se percata de sus cavilaciones y los interpela preguntándoles «qué es más fácil, decir al paralítico ‘tus pecados te son perdonados’ o decirle ‘levántate, toma tu camilla y anda’»

Es evidente qué es lo más fácil. Decirle a alguien que sus pecados son perdonados es algo que nadie puede verificar, pues acontece en el interior, en el corazón de la persona; en cambio, decirle a un paralitico que se levante y camine es algo que se puede verificar. Es más fácil realizar una curación que es un hecho físico, que perdonar los pecados, que tiene que ver con la condición moral de una persona y su relación con Dios.

Respuesta de Jesús

Jesús hace evidente la eficacia de su palabra que perdona al paralítico de sus pecados con la curación de su enfermedad. «Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dice al paralítico-: ‘a ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’»

Vemos a Jesús preocupado por procurar el mayor bien al paralítico. La caridad de sus amigos pedía para él la curación de su enfermedad, el amor de Dios quiere para él una curación más importante, la del corazón, la del interior. El sentido de la vida depende de la situación de nuestro corazón, de nuestro espíritu. Cuando Dios vive en el corazón es posible afrontar con serenidad, paz y alegría todas las circunstancias de la vida. Esto es posible cuando no se le rechaza, es decir, cuando no hay pecado; cuando no hay comunión con Dios no sólo hay insatisfacción en lo ordinario sino desesperación en los momentos de dificultad.

Un detalle significativo. Al hombre sanado Jesús le dice «vete a tu casa», lo que nos hace entender que el perdón que reconcilia con Dios, encuentra su lugar de expresión más apropiado en la reconciliación familiar y con todos los que forman parte del núcleo más cercano, que son quienes pueden constatar la autenticidad de la reconciliación con Dios.

El paralítico curado y la admiración de todos.

La palabra eficaz de Jesús se manifiesta en la curación del paralítico que «se levantó y, tomando la camilla, salió al instante a la vista de todos, de modo que quedaron asombrados y alababan a Dios diciendo: “Jamás vimos cosa parecida”».

La última escena es diametralmente opuesta a la primera. El que era paralitico se abre paso entre la multitud y sale por sí mismo. Su vida ha cambiado. No sólo ha sanado físicamente sino también moralmente. No sólo sus piernas se han fortalecido sino también su corazón. La salvación total del hombre pasa por el perdón de los pecados que es la raíz de todas las esclavitudes

Los testigos se quedaron atónitos y daban gloria a Dios porque nunca habían visto una cosa igual. Esta es precisamente la novedad del Evangelio de Jesús: establecer una relación nueva del hombre con Dios; restablecer el primer proyecto de Dios que era de vida y de comunión pero que fue roto por el pecado. Jesús ha venido a sanar las graves heridas producidas en el corazón del hombre por su rebeldía contra Dios.

Algunas ideas para reflexionar

La contemplación de la Palabra de Dios nos invita a vernos a nosotros mismos en la escena «como si presentes nos hallásemos» cuando logramos hacerlo el provecho espiritual es muy grande, pues identificándonos con los personajes y haciendo nuestros sus gestos y sus palabras, preparamos el corazón para que el mensaje del evangelio haga eco en nuestro interior.

Podemos vernos en los cuatro camilleros que son sin duda símbolo de la comunidad cristiana que sintetiza su vida en la fe y en la caridad. La fe de aquellos hombres, que reconoce que Jesús puede hacer posible lo imposible, es decir,  hacer lo que sólo Dios puede hacer, nos anima a hacer lo mismo. Acerquemos a Jesús a los hermanos y hermanas que sufren en su cuerpo o en su espíritu, convencidos de que Él puede sanarlos; sin perder la confianza, perseverando en la fe y en la caridad, buscando soluciones pese a todas las dificultades.

Podemos vernos en el hombre postrado. Los enfermos podemos ser nosotros. En el cuerpo o en el espíritu. Cuando menos lo esperamos, por descuido podemos vernos paralizados, incapaces de ir al encuentro de los hermanos y vernos lejos de Dios. No vacilemos en pedir ayuda, en acercarnos a los hermanos y hermanas, apelando a su fe y a su caridad para que nos faciliten el encuentro con Jesús. Reconozcamos en nuestro interior los bloqueos o dificultades que hemos puesto a la relación con Dios, acojámonos a su compasión y dejemos que su perdón nos sane. Nuestra vida, como la del que era paralítico, será totalmente diferente.

Podemos vernos en los escribas. Siempre dudosos de la intencionalidad de las buenas obras de los demás. Prisioneros de nuestros prejuicios. Incapaces de aceptar la compasión de Dios que los desafía y compromete. Al final de cuentas los escribas del evangelio quedaron paralizados en su corazón, alejándose de la aceptación del Reino que es comunión con Dios y con el hermano.

Finalmente veámonos en Jesús. Somos llamados a imitarlo, a alcanzar su estatura, pues también somos hijos de Dios. La conciencia de su identidad y de su misión le hace moverse con serenidad en medio de las adversidades. No perdamos de vista que en esta escena la sombra de la cruz comienza a hacerse presente. En el juicio que los escribas hacen en el interior de su corazón por la acción de Jesús se anida también la sentencia de muerte. A pesar de ello, Jesús continuará acercando la salvación integral que Dios ofrece a quienes lo acogen con corazón dispuesto. Desistamos de querer hacernos buenos con nuestro esfuerzo. Dios nos hizo buenos desde que nos llamo a la vida. Hagamos el bien. No desistamos en ese esfuerzo. Permanezcamos en comunión con Dios, el nos dará la fuerza.

2 comentarios en ““Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mc 2, 1-12)”

  1. … no te lo trajimos para que le quitaras el pecado, …
    ¡ QUEREMOS QUE CAMINE !
    +
    2.- … la curación del paralítico de Cafarnaum.
    Las personas que lo llevaban, no logrando entrar por la puerta en la casa donde Jesús estaba enseñando, bajaron al enfermo a través de un agujero abierto en el techo, de manera que el pobrecillo vino a encontrase a los pies del Maestro. “Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: ’!Hijo, tus pecados te son perdonados!’”. Estas palabras suscitan en algunos de los presentes la sospecha de blasfemia: “Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?”. Casi en respuesta a los que habían pensado así, Jesús se dirige a los presentes con estas palabras: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: tus pecados te son perdonados, o decirle: levántate, toma tu camilla y vete? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados —se dirige al paralítico— , yo te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Él se levantó y, tomando luego la camilla, salió a la vista de todos” (cf. Mc 2, 1-12; análogamente, Mt 9, 1-8; Lc 5, 18-26: “Se marchó a casa glorificando a Dios” 5, 25).

    Jesús mismo explica en este caso que el milagro de la curación del paralítico es signo del poder salvífico por el cual Él perdona los pecados. Jesús realiza esta señal para manifestar que ha venido como salvador del mundo, que tiene como misión principal librar al hombre del mal espiritual, el mal que separa al hombre de Dios e impide la salvación en Dios, como es precisamente el pecado.http://www.facebook.com/photo.php?fbid=174470985896586&set=a.173334179343600.42957.100000010560038&type=1&theater

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