¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?

12 de diciembre

Santa Maria de Guadalupe

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludo a Isabel. En cuanto esta oyó el saludo de María, la criatura salto en su seno. 

Entonces Isabel quedo llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamo: “¡Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quien soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llego tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. 

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”.  Palabra del Señor.

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Uno de los temas principales de la página de Lucas sobre la visitación es la alegría del encuentro entre las dos madres y la alegría de Juan el Bautista en el seno Isabel al oír la voz de la «madre del Señor» que lleva consigo al fruto bendito de su vientre. En la alegría del Bautista se percibe una alusión a la alegría de David bailando por la llegada del arca de la alianza signo de la presencia de Dios. El Bautista goza, salta, porque María, como arca santa, lleva en su seno al Señor.

Este texto ilumina la solemnidad de Santa María de Guadalupe, emperatriz de América. Para entender lo que es la ternura nos basta volver la mirada a Ella, detenernos en su mensaje y contemplar el ‘modo’ como comunica a Juan Diego la alegría ‘del verdadero Dios por quien se vive’; con gestos y palabras de ternura nuestra dulce y tierna Madre ha realizado una revolución en nuestros pueblos al transmitirnos la fe. 

No fue con razones, ni con órdenes, ni con amenazas, como Santa María de Guadalupe nos trajo el evangelio; sino con ternura, con cariño, presentándose como madre y reconociéndonos hijos; así fue como la Virgen María dispuso nuestro corazón a la experiencia del amor de Dios y nos pide que con la misma pedagogía seamos mensajeros de este mismo amor. 

Nuestro pueblo, en este día y los que le han precedido, como David, y como Juan el Bautista, se gozan, bailan y saltan, ante la madre del verdadero Dios por quien se vive; nos queda el desafío de llevar a los demás la Buena Nueva, con ternura y compasión, al estilo de María, para que, así como el pueblo de Israel se forjó en torno al arca de la Alianza, nos forjemos nosotros como pueblo santo de Dios.

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