Lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Tiempo Ordinario

Lunes de la III semana

En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir.

Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

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Este pasaje evangélico está precedido por dos versículos que expresan el juicio negativo que los familiares de Jesús tenían de él. Para sus parientes Jesús ha perdido el juicio; los escribas del descréditoa la calumnia acusándolo de estar poseído por el demonio. Esta última acusación es mucho más grave que la primera porque pone a Jesús del lado del enemigo de Dios. De hecho, actuaría inspirado por fuerzas malignas. Pero lo que no comprenden ni los parientes ni los escribas es por qué tanta gente acudía a Jesús. Y todos están contentos y llenos de esperanza cada vez que lo escuchan. Es esto lo que fastidia a los escribas, a los fariseos, y al final a sus propios parientes. 

El bien crea también envidias, rompe equilibrios ilícitos o simplemente interroga, inquieta, pide una toma de postura. Y los fariseos de turno, o incluso los familiares, no soportan que Jesús, que el Evangelio, rompa los equilibrios establecidos por el propio egocentrismo, no aceptan que la vida escape de su control. Por eso tratan de todas formas de desacreditarlo ante la gente. Querrían que ya nadie acudiese a él. ¡Cuántas veces todavía hoy se busca desacreditar a la Iglesia, o a los creyentes, con mentiras y acusaciones del todo gratuitas! 

Jesús, sin embargo, rebate a los escribas después de haberles puesto en evidencia con el ejemplo de la casa dividida en sí misma. E invita a no confiar en las propias fuerzas y a no estar seguros de nosotros mismos, porque se corre el riesgo de subestimar la fuerza del mal y sucumbir ante él; sólo Jesús es capaz de enfrentarlo y, por tanto, de no dejarse burlar por él. Los pobres, los enfermos, los pecadores, se habían dado cuenta de ello y por eso lo buscaban, confiando en su compasión y en su fuerza. Es una gran lección también para nosotros, que muchas veces estamos tentados por la autosuficiencia y somos incapaces de invocar la ayuda de Dios.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 71-72.

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