Si tu hermano te escucha, lo habrás salvado.

Tiempo Ordinario

Domingo e la XXIII semana – Ciclo A

Textos

 Del evangelio según san Mateo (18, 15-20)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos.

Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.

Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Palabra del Señor.

Descargar los textos en PDF

Mensaje[1]

Estamos leyendo el cuarto gran discurso de Jesús, que bien podría titularse: “Instrucción sobre la vida en comunidad”.

Lo que Jesús pretende en sus instrucciones -según el evangelista Mateo- es inculcar principios de vida, de los cuales se desprende luego una serie de actitudes y comportamientos.  

En el texto de hoy, Jesús nos dice cómo enfrentar situaciones difíciles en la vida comunitaria, particularmente cuando se sabe que un hermano «llega a pecar» llevando una vida fuera de los criterios de vida de un discípulo de Jesús. Es el momento de aplicar la enseñanza de la oveja perdida  en cuya búsqueda va afanoso el buen pastor. 

¿Qué hacer cuando nos enteramos que un hermano está en una vida de pecado? 

En el texto lo primero que se le recuerda a uno es que se trata de un “hermano”, que no deja de serlo por su pecado y como tal hay que seguir tratándolo, por eso la repetición de la frase “tu hermano”. Lo que se busca, ante todo, es su salvación: «Si te escucha, habrás ganado a tu hermano».

La experiencia muestra que hay casos difíciles que resisten a la conversión, se trata de aquellos que se hacen los sordos. Se propone entonces el camino de la paciencia y de la firmeza comunitaria: Primero.Interpelarle: se le llama la atención a solas, de lo cual se espera siempre el mejor de los resultados; segundo*, hacer constar: si la persona continúa tercamente en su comportamiento, entonces se invitan unos testigos para que quede claro de que no es mala intención contra la persona sino de algo objetivo; terceroformalizar la corrección ahora el asunto llega al máximo nivel de corrección que es la comunidad entera, quizá representada en quienes la encabezan.

Ahora bien, si todo el proceso fracasa no queda más remedio que darle el trato propio de una persona que aún no se ha convertido -como los gentiles y publicanos-, esto es: mandarlo a hacer todo el camino cristiano desde el principio.

Ante una persona que intencionalmente persiste en su situación de pecado se puede llegar a la más dolorosa y drástica de las decisiones: excluirlo de la comunión, es decir, dejar de considerarlo “hermano” en la comunidad.  

Pero llama la atención que enseguida Jesús pone su atención en las personas encargadas de tomar esta decisión: Primero, Según este pasaje se trata de la comunidad entera la que tiene la potestad de “atar y desatar”; segundo, se les recuerda cualquier decisión que tomen es seria, de ahí que no se deban tomar decisiones aceleradamente sino siempre con cautela.

El Señor nos ayude a vivir la misericordia con el hermano que yerra.


[1] Oñoro F. Pistas para la Lectio Divina. Mateo 18, 15-20. La comunidad como buena pastora de todos sus miembros.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *