Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras

Tiempo Ordinario

Domingo de la IV semana

En aquel tiempo, se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea. Palabra del Señor.

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Después de abandonar el desierto de Judá y volver a Galilea , Jesús elige Cafarnaún como su morada habitual. El evangelista Marcos subraya la autoridad con la que Jesús hablaba y las consecuencias de ello: todos en la sinagoga «quedaban asombrados de su doctrina , porque les enseñaba como quien tiene autoridad , y no como los escribas». 

No se podía permanecer indiferente ante esa nueva enseñanza. Los que le escuchaban se veían como forzados a decidir entre seguir a Jesús y su sueño, o bien encerrarse en su propio mundo pequeño. La predicación de los escribas, cuyas palabras estaban llenas de reglas y mandatos, no llegaba al corazón y dejaba a la gente a merced de sí misma. 

Hoy vivimos una situación similar . Nuestras ciudades están como inmersas en una profunda crisis de valores y comportamientos. Lo que parece prevalecer en todas partes es un individualismo exasperado que lleva a la gente a encerrarse y a preocuparse solo de sí mismos. Cada uno parece tener su dios, su templo, su escriba, su predicador, de modo que se puede hablar de ciudades politeístas; pero al final lo que queda es un solo «dio », el propio yo. 

Hay quienes hablan del nuevo culto, la egolatría, el culto al propio yo, en cuyo altar se sacrifica todo, incluso lo más querido. Sin embargo, cuando uno se concentra solo en sí mismo, ese es presa de los innumerables «espíritus inmundos» que en las ciudades contemporáneas se multiplican constantemente.

Estos espíritus, que continúan amargando la vida de nuestras ciudades, no pueden soportar ser perturbados en su dominio, y gritan contra la predicación del Evangelio. «¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret?» De hecho, hay una oposición a la predicación del Evangelio para que no perturbe esa concentración en ellos mismos, que divide y envenena la vida de nuestras ciudades; pero el Evangelio es decisivo para salvar a los hombres y a las mujeres de la esclavitud de una vida llena de miedos y violencia. 

«Cállate y sal de él». Es necesario que las comunidades cristianas y los discípulos salgan de sí mismos y de sus costumbres, incluso las pastorales, para emprender la nueva misión de expulsar a los diversos espíritus que subyugan a muchos en nuestras ciudades; para que se afirme en cambio una nueva cultura, la de la misericordia, la acogida, el encuentro y la ayuda mutua. 

El papa Francisco no deja de recordárselo a todos los discípulos, de hecho, es urgente que toda la Iglesia, cada creyente y toda la comunidad eclesial redescubran el valor de volver a proponer el Evangelio sine glossa , sin añadidos, como decía Francisco de Asís. Esta es la única autoridad que «manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen».


[1] V. Paglia, Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día. 2021

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