¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero?” 

Cuaresma

Sábado de la IV semana

En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Este es verdaderamente el profeta”. Otros afirmaban: “Este es el Mesías”.

Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?” Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús.

Algunos querían apoderarse de él, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por él? ¿Acaso ha creído en él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita”.

Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?” Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta”. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa. Palabra del Señor.

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Al presentarnos las discusiones sobre el origen y la identidad de Jesús, el evangelista Juan nos sigue invitando a tomar partido por Él, a verificar la radicalidad de nuestra opción por Él, a entrar decididamente en su misterio que se desvela plenamente en su Pasión y en su muerte gloriosa. 

En Evangelio de hoy, vemos como las palabras de Jesús, después de prometer el agua viva generan nuevamente discusión y división entre sus oyentes. 

Algunos piensan que Jesús es realmente el profeta semejante a Moisés. Otros afirman francamente que Jesús es el Cristo; pero otros se oponen a estas afirmaciones partiendo de otras premisas: el Mesías no podía venir de Galilea, sino de Belén. En el fondo se trata del reto que la personalidad y el misterio de Jesús le coloca a todas las personas de todos los tiempos.  

Ciertamente, Jesús es una persona de “contraste”, las personas que lo escuchan se sienten atraídas por Él, pero al mismo tiempo se escandalizan de Él. Hasta los guardias se sienten incapaces de arrestarlo: “nadie le puso la mano encima.” 

Cuando los guardias vuelven donde los sumos sacerdotes sin llevar a Jesús, reciben un reproche, pero ellos responden: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre”. El poder que ellos tenían para arrestarlo había sido más débil que la fuerza de la 

Palabra de Jesús.  

Nicodemo, sale en defensa de Jesús y, haciendo referencia a la ley, busca convencer a los fariseos de que escuchen a Jesús, que sepan bien lo que Él hace, es decir que conozcan su obra, los signos que realiza en nombre de Dios. Solamente escuchando la Palabra de Jesús, es decir, acogiéndola, podrían pronunciar un juicio correcto sobre Él. 

Los fariseos, que sólo creen en la fuerza de la ley, en lugar de abrirse con fe ante Jesús, insultan a los guardias y tratan con ironía a Nicodemo. 

Escuchar a fondo la Palabra de Jesús, colocarse radicalmente de su parte y seguir su camino hasta la muerte, es un reto que los discípulos de Jesús tienen diariamente, porque Jesús sigue siendo un Maestro de contraste: su Palabra, su cruz, su pasión y su muerte escandalizan y hasta pueden crear división entre sus oyentes. 

La Cuaresma es tiempo propicio para decisiones radicales

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