El que me ama, cumplirá mi palabra

Pascua

Lunes de la V semana

Textos

† Del evangelio según san Juan (14, 21-26)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): “Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?” Le respondió Jesús: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.

El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

El Evangelio que hemos escuchado prosigue el discurso de despedida de Jesús a los discípulos. Él está a punto de dejarles, pero el amor que tiene por ellos no termina. Les dice: «El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama». El Evangelio, que encierra el amor de Jesús como en un cofre, no propone una de las muchas ideologías que de vez en cuando guían los comportamientos de los hombres. El Evangelio contiene el amor mismo de Jesús. 

De hecho, este amor no es solo el motivo de la observancia de los mandamientos, sino la sustancia misma de los mandamientos. Ser cristianos no significa pertenecer a una civilización o a una cultura, a un club o a cualquier organización humana por mérito que tenga. El Evangelio pide unir la propia vida a Jesús. 

Ya el Antiguo Testamento lo mencionaba en lo referente al tema de la sabiduría: «La sabiduría es radiante e inmarcesible. Se deja ver fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. (…) El amor es la observancia de sus leyes» (6, 12.18). Jesús sigue diciendo que el amor atrae también el corazón del Padre que está en los cielos y que él mismo se manifestará a quien le ama. Es la experiencia espiritual que cada creyente está llamado a vivir. 

El apóstol Judas, uno de los doce, apodado Tadeo, le pide que se manifieste a todos y de modo llamativo. ¡Jesús no responde directamente a la pregunta de Judas, sino que aprovecha la oportunidad para aclarar qué significa verle después de la resurrección: el amor empuja a poner en práctica el Evangelio y el discípulo se convierte en la morada de Jesús y el Padre: «El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada». 

Si el amor falta, el Evangelio será una palabra muda y los hombres se encontrarán solos consigo mismos, alejados de Dios y a merced de las fuerzas malvadas y violentas del mal. Jesús advierte a los discípulos de este peligro y les promete el Espíritu Consolador. Será el Padre mismo quien lo derrame en sus corazones. 

El Espíritu les acompañará a lo largo de la historia, enseñándoles todo y recordándoles las palabras de Jesús, que son la herencia preciosa para transmitir de generación en generación. A través de la acción del Espíritu, que nos ayuda a comprender el Evangelio cada vez con más profundidad, el Señor sigue estando presente en medio de nosotros y trabajando por el bien de la humanidad.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 195-196

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