Piden una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás

Cuaresma

Miércoles de la semana I

Textos

† Del evangelio según san Lucas (11, 29-32)

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.

Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

Jesús está rodeado de gente. Como entonces, también hoy muchos buscan palabras que conforten y ayuden a no sucumbir ante tantos miedos que complican la vida. A menudo estamos a merced de los acontecimientos, y los que son más débiles son también los más frágiles. Si no somos amados nos envuelve un sentimiento de extravío por dentro y por fuera. La soledad se ve agudizada cuando encerrados en nuestro propio ego, pensamos sólo en nosotros mismos y nos desinteresamos de los demás. 

Todo esto emerge con especial gravedad en ciudades, que verdaderamente se parecen a la Nínive de la que habla el Evangelio. En las periferias urbanas la existencia se ha vuelto dura y violenta, y esto es algo que golpea sobre todo a los pobres y afecta a muchos jóvenes, que ven cerradas las puertas del futuro. Y así, vemos crecer los desequilibrios físicos y mentales, la pobreza y la marginación, la desesperación y la angustia. En esta situación no es raro querer una señal, un hecho prodigioso que libere de la angustia; pero no existen acontecimientos mágicos que cambien la vida, no hay una suerte imprevista que transforme en serenidad los propios días. 

Se necesita un «signo» verdadero que ayude a cambiar los corazones, a hacerlos más solidarios, más acogedores, más capaces de amar. Este signo es Jesús mismo; es Él el que realmente cambia los corazones. Es necesario -y esta es la enseñanza de la página evangélica- que las calles y plazas de nuestras ciudades se vean de nuevo atravesadas por la predicación del Evangelio, como en su momento le ocurrió a Nínive con la predicación de Jonás. El Evangelio es lo que ayuda a cambiar el corazón, a hacerlo de carne en vez de piedra. El Evangelio debe recorrer las calles de las ciudades de hoy: es la única y verdadera fuerza que las hace más humanas; es la única palabra que hace crecer el amor y aleja la soledad y el miedo. 

Es urgente que hoy los cristianos salgan a predicar con hechos y palabras el Evangelio del amor en las periferias urbanas y en las existenciales, como no se cansa de decir el papa Francisco. Es una responsabilidad que implica a todos los discípulos de Jesús: la predicación del Evangelio y el amor a los pobres son el «signo» que Jesús continúa siendo el que salva de la tristeza y la muerte. La página evangélica nos advierte que Nínive cambió de vida sólo con la predicación de Jonás. Pues bien, el Evangelio es una palabra mucho más fuerte que la del antiguo profeta. 


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 108-109.

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