¡Velen! ¡Estén preparados!

Adviento

Domingo de la I Semana. Ciclo B

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento.

Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada.

No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo.

Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.  Palabra del Señor.

Descargar los textos en PDF

El Adviento, que abre el año litúrgico, es un tiempo que nos prepara para el nacimiento de Jesús. La liturgia pone sobre nuestros labios la antigua oración del profeta Isaías: «¡Ah! Si rompieses los cielos y descendieses» (Is 63, 17; 19). Es la oración de este Adviento. Es nuestra oración, pero es sobre todo el grito de los que mucho más que nosotros esperan a alguien que venga a salvarles. Todos necesitamos que el Señor vuelva a visitar la tierra. Sin el deseo de una mayor justicia, de una mayor solidaridad y de una paz más amplia y estable, el mundo está como privado de futuro. 

El Adviento nos pide alzar la mirada de nosotros mismos y dirigirla a lo alto. El Evangelio nos advierte: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento» (Me 13, 33). Y Jesús compara al creyente con un portero que debe estar atento al momento en que su señor regresa: ha de estar despierto y junto a la puerta para abrir al señor que regresa. Se trata de la puerta de nuestro corazón, pero también de las puertas de nuestras casas para acoger a los pobres y a los que piden ayuda. También ellos son nuestros «señores». En el Apocalipsis se lee: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20). 

Para el discípulo siempre es tiempo de velar. Conociendo la facilidad con que nos dejamos llevar por la pereza y el apego a nuestras cosas, escuchemos este Evangelio para no caer en el sueño o la indiferencia. Eso es lo que sucedió en Belén: el egoísmo y el aturdimiento de sus habitantes no dejó que ninguna puerta se abriera para María y José que llamaban, y Jesús tuvo que nacer fuera. Nosotros disponemos de este tiempo de Adviento para aprender a abrir la puerta al Señor que viene. En este tiempo «velemos y recemos …» para que no suceda lo mismo en nuestros días. San Basilio, sabiendo que el Adviento nos lleva al corazón de nuestra fe, afirmaba que el cristiano es «el que permanece vigilante cada día y cada hora sabiendo que el Señor viene».  


[1] V. Paglia, Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 13-14

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *