8 de septiembre
Natividad de la Santísima Virgen María
Textos
† Del evangelio según san Mateo (1, 18-24)
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo.
José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa. Palabra del Señor.
Mensaje[1]
La primera página de Mateo nos presenta la genealogía de Jesús, que se cierra con el recuerdo de José, «el esposo de María, de la que nació Jesús». El evangelista habla de él pocas veces. Y al presentar cómo sucedió el nacimiento de Jesús, «El origen de Jesucristo fue de esta manera», parece querer subrayar su turbación interior.
En efecto, habla de José y de su drama frente a lo que está sucediendo ante sus ojos. José era ya el desposado de María, y, según la tradición judía, se trataba ya de un matrimonio de facto. Por esto, cuando se da cuenta de que María está embarazada, se siente como un marido traicionado y, en consecuencia, con derecho a celebrar un divorcio oficial. En consecuencia, María habría aparecido como adúltera, y, por tanto, sería rechazada y marginada por sus parientes y por todos los habitantes de la aldea. Se trataba de una situación verdaderamente dramática.
Y podemos imaginar la turbación de este joven que se siente traicionado por su esposa, que le parecía, con razón, verdaderamente extraordinaria. Y quizá precisamente por la alta consideración que José tenía de ella, decidió repudiarla en secreto. La amaba hasta tal punto que interpretó la ley de forma más que delicada; diría misericordiosa. No obstante, si aquel hombre justo hubiera actuado según su propósito habría cometido un acto contra la «justicia» más profunda de Dios.
Hay un «más allá» de Dios-que el ángel le revela en el sueño. José escucha al ángel, comprende el misterio de María y acepta implicar su vida en aquel misterio. José acepta perder sus proyectos personales y se adhiere al sueño de Dios sobre María y el mundo. El ángel sigue hablándole y le revela el lugar que ocupa en esta historia de salvación: «le pondrás por nombre Jesús». José debe reconocer y decir quién es ese hijo. José se convierte en la imagen del creyente y nos indica a cada uno de nosotros cómo vivir el misterio de la encarnación: escuchando la Palabra de Dios y preparándonos para permitirle encarnarse también en nosotros. El Padre que está en los cielos nos lo confía, como hizo con María y con José, para que pueda crecer y llevar a todos su salvación.
[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 29-30.