Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra

Tiempo Ordinario

Lunes de la XXII semana

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado.

Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura.

Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó.

Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él.

Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?” Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’ ”.

Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra.

Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón.

Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo.

Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí. Palabra del Señor.

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Comenzamos la lectura -casi continua- del evangelio según san Lucas que concluiremos con el año liutúrgico, a finales el mes de noviembre.

El primer texto que abordamos es el del inicio del ministerio de Jesús en la sinagoga de Nazareth, lugar «donde se había criado». Allí, Jesús realiza su primera predicación. La figura de Jesús es familiar para el auditorio; los presentes lo vieron crecer y frecuentar los sábados esa misma sinagoga; cualquiera pensaría que las tenía todas consigo, pero resulta que lo que parecía ser una ventaja, terminó siendo una barrera de separación entre Jesús y sus paisanos.

La liturgia de la sinagoga era extensa, se componía de oraciones y lecturas. La parte central era la lectura de algunos pasajes de la Ley -los primeros cinco libros de la Biblia- y luego uno de los profetas; después de la lectura, se hacía un comentario edificante para la asamblea. 

Ese sábado, tocó a Jesús hacer y comentar la lectura del pasaje tomado de uno de los profetas. El texto que leyó Jesús se encuentra en Isaías 61,1-2 y 58,6. En él se distinguen dos partes: la identidad del mensajero y el contenido del mensaje

El mensajero es el Mesías, el ungido por el Señor. La autoridad para realizar la misión viene de la unción con el Espíritu. El texto de Isaías originalmente piensa en la unción de un profeta; Jesús entonces es el Profeta, pero Lucas piensa que Jesús ha venido no sólo como profeta sino como Hijo de Dios. 

En los momentos importantes Lucas va a recordar que el Mesías es el Hijo de Dios. Juntando todos estos pequeños detalles Lucas clarifica la identidad del mensajero.

El contenido del mensaje.  Se articula en en cuatro frases paralelas: 1. Anunciar la buena noticia a los pobres,  2. Proclamar la liberación a los cautivos. y la recuperación de la vista a los ciegos; 3. Poner en libertad a los oprimidos; 4. Proclamar un año de gracia del Señor.

¿Qué hay detrás de estas palabras? 

Primero: Se trata de cuatro maneras de expresar la misión de Jesús en términos de una acción liberadora para cualquier tipo de carga u opresión sobre las personas. El mensaje de Jesús es la liberación total de las personas, así como de la sociedad y del ambiente en que viven. Así nos enseña de manera concreta que en esta difícil historia Dios está al lado de todos los que sufren y responde a su esperanza. 

Segundo:  Se trata de un nuevo tiempo: el tiempo mesiánico es el tiempo del jubileo. El trasfondo es el año jubilar en el Antiguo Testamento que tenía como ideal la restauración de las verdaderas relaciones dentro del pueblo: donde no hubiera opresor ni oprimido, ni usurero, ni deudor.

¿Por qué todo esto? Porque Dios es el único Señor; ningún hombre tiene el derecho de ejercer ningún tipo de dominio sobre su hermano. La llegada de este año había sido en otras épocas la esperanza de los pobres y oprimidos. Aquél día en la sinagoga de Nazaret Jesús desempolvó el tema para anunciar así el advenimiento del “Reino de Dios.”

Tercero. Se trata, al fin y al cabo, de la instauración de la soberanía de Dios. La presencia inmediata de la acción salvífica de Dios que ha se ha venido anunciando desde el comienzo del Evangelio es la llegada del Reino de Dios y con esta cita profética Jesús ilustra que la instauración del reinado de Dios en la tierra tiene como consecuencia la liberación de la humanidad. 

Cuarto.  Se trata de un anuncio que reviva la esperanza e invita a abrirse a la acción de Dios, pero apunta al hecho salvífico fundamental: “poner en libertad a los oprimidos”, que abarca todas las formas como se realiza la salvación en el Evangelio, pero que tiene como punto culminante el mayor don de Dios: el perdón de los pecados. En el Evangelio “libertar” y “perdonar” van juntos.

La homilía de Jesús. Después de proclamar el texto de Isaías, Jesús pronuncia su brevísima homilía: «Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír». Anuncia así la fidelidad de Dios, dejando clara su identidad como mensajero de la Buena Noticia, -evangelizador- y el contenido de la Buena noticia -evangelio-; ambos se identifican en su persona y de la misma manera quiere que en sus discípulos misioneros, se identifiquen mensajero y mensaje, para que lleven primero con la vida, después con la Palabra, la alegre noticia del amor misericordioso de Dios.

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