Vivan como verdaderos cristianos

Tiempo Ordinario

Martes de la XXIII semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses (2, 6-15)

Hermanos: Puesto que ustedes han aceptado a Cristo Jesús, el Señor, vivan como verdaderos cristianos: permanezcan arraigados y cimentados en él, con fe firme, como se lo enseñaron a ustedes, y en continua acción de gracias.

Que nadie los vaya a engañar con teorías y razonamientos falsos, que se fundan en tradiciones meramente humanas y en valores de este mundo, pero no en Cristo. Porque en el cuerpo de Cristo habita toda la plenitud de la divinidad; e incorporados a él, que es la cabeza de todos los ángeles, también ustedes participan de su plenitud. Por su unión con Cristo, ustedes han sido circuncidados, no con una circuncisión hecha por mano de hombres, que consiste en el despojo de la carne, sino con la circuncisión que procede de él. Por el bautismo fueron sepultados con Cristo y también resucitaron con él, mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos.

Ustedes estaban muertos por sus pecados y no pertenecían al pueblo de la alianza. Pero él les dio una vida nueva con Cristo, perdonándoles todos los pecados. El anuló el documento que nos era contrario, cuyas cláusulas nos condenaban, y lo eliminó clavándolo en la cruz de Cristo. Con esto, Dios les quitó su poder a los principados y potestades y los humilló a la vista de todos, llevándolos cautivos en el cortejo triunfal de Cristo. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

El apóstol no deja de exhortar a los colosenses para que perseveren en el camino emprendido que les indicó la predicación. Del evangelio brota la fe, es decir, la aceptación del dominio de Cristo sobre nuestra vida. En efecto, escuchar el Evangelio y acogerlo en el corazón significa reconocer la soberanía de la Palabra sobre nuestra vida.

Y el creyente es precisamente aquel que acoge a Cristo como su Señor. Esta fe es la base sobre la que se asienta y crece la comunidad. Para describir esta nueva pertenencia a Cristo, Pablo compara el bautismo y la circuncisión: los bautizados se despojan del vestido del «cuerpo carnal», es decir, del «hombre viejo» (cf. 3,9) y reciben «la circuncisión en Cristo».

El Padre, con la muerte del Hijo, borró nuestro pecado y nos dio gratuitamente el perdón. La deuda que teníamos con Dios era incolmable, pero con el bautismo quedó perdonada. Se podría decir que lo único que teníamos que hacer era presentarles a Dios la lista de nuestras deudas, la larga lista de nuestros pecados.

Pues bien, el Señor borró aquella lista «clavándola en la cruz». En la muerte en cruz de Jesús, el Padre quitó el obstáculo que no nos permitía estar en Su presencia. La muerte de Cristo revela el amor de Dios en toda su grandeza, que incluye eliminar toda deuda. Es un amor que desarma a las fuerzas del mal, que ya no pueden dañar al creyente porque ahora pertenece a su Señor.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 327-328.

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