Ustedes han sido instruidos por Dios para amarse los unos a los otros

Tiempo Ordinario

Sábado de la XXI semana

Textos

De la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (4, 9-11)

Hermanos: En cuanto al amor fraterno, no necesitan que les escribamos, puesto que ustedes mismos han sido instruidos por Dios para amarse los unos a los otros.

Y ya lo practican bien con los hermanos de toda Macedonia.

Pero los exhortamos a que lo practiquen cada día más y a que procuren vivir en paz unos con otros, ocupándose cada cual de sus asuntos y trabajando cada quien con sus propias manos, como se lo hemos ordenado a ustedes. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

Pablo empieza esta parte de la Carta remitiéndose a la autoridad de Jesús. Y en su nombre muestra lo que «agrada a Dios», cuál es «su voluntad». Consisdera la exhortación tan importante que la hace como una oracón. Los tesalonicenses ya saben cómo comportarse para agradar a Dios: el mismo apóstol se lo había mostrado cuando estaba con ellos, tanto con el ejemplo como con la enseñanza.

Deben perseverar en ese camino y distinguirse aún más mientras lo recorren, hasta la santidad. La voluntad de Dios es nuestra santificación, es decir, pertenecer en todo a Dios, alejarse del mundo y liberarse de sus ataduras. 

Además, el apóstol previene de la sed de beneficio y de la codicia que llevan a oprimir a los demás y a humillarlos. Dios resalta el apóstol, «no nos llama a la impureza, sino a la santidad» (4,7), es decir, a abandonar comportamientos egocéntricos y violentos para orientarnos hacia él. Por tanto, quien desprecia esos preceptos desprecia al mismo Dios, mientras que quien permanece en la «santidad» vive en el amor.

Por eso el apóstol añade: «En cuanto al amor mutuo, no necesitáis que os escriba, ya que vosotros habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente. Pero os exhortamos, hermanos, a que sigáis progresando más y más». Si el amor es el Espíritu es el maestro interior que guía a todo discípulo.

El amor fraterno, de hecho, no es un precepto de los hombres, sino el mandamiento nuevo que Jesús ha dado a los discípulos de todos los tiempos convirtiéndolo en signo distintivo de su vínculo con él. Y es un don que hay que vivir cada vez con mayor amplitud. Nadie puede acomodarse en el amor que ya tiene; este mismo amor pide crecer y ampliarse.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 317-318.

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