¿Tú eres el Hijo de Dios?

Domingo de Ramos o de la Pasión del Señor

Textos

En aquel tiempo, Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino de Jerusalén, y al acercarse a Betfagé y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al caserío que está frente a ustedes.

Al entrar, encontrarán atado un burrito que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle: ‘El Señor lo necesita’”.

Fueron y encontraron todo como el Señor les había dicho. Mientras desataban el burro, los dueños les preguntaron: “¿Por qué lo desamarran?” Ellos contestaron: “El Señor lo necesita”. Se llevaron, pues, el burro, le echaron encima los mantos e hicieron que Jesús montara en él.

Conforme iba avanzando, la gente tapizaba el camino con sus mantos, y cuando ya estaba cerca la bajada del monte de los Olivos, la multitud de discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los prodigios que habían visto, diciendo: “¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” Algunos fariseos que iban entre la gente, le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. El les replicó: “Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras”. Palabra del Señor.

† Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (22, 14—23, 56)

C. Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

†. “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”.

C. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo:

†. “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.

C. Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

†. “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.

C. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo:

†. “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”.

†. “Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!” 

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.

C. Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo:

†. “Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor.

Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel”.

C. Luego añadió:

†. “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”.

C. El le contestó: 

S. “Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte”.

C. Jesús le replicó:

†. “Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”.

C. Después les dijo a todos ellos:

†. “Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?” C. Ellos contestaron:

S. “Nada”.

C. El añadió:

†. “Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue  contadoentre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”.

C. Ellos le dijeron: 

S. “Señor, aquí hay dos espadas”.

C. El les contestó:

†. “¡Basta ya!” C. Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo:

†. “Oren, para no caer en la tentación”.

C. Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo:

†. “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

C. Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo:

†. “¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”.

C. Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:

†. “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” 

C. Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: 

S. “Señor, ¿los atacamos con la espada?” 

C. Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo:

†. “¡Dejen! ¡Basta!” 

C. Le tocó la oreja y lo curó. Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo:

†. “Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido.

Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas”.

C. Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos.

Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: 

S. “Este también estaba con él”.

C. Pero él lo negó diciendo: 

S. “No lo conozco, mujer”.

C. Poco después lo vio otro y le dijo: 

S. “Tú también eres uno de ellos”.

C. Pedro replicó: 

S. “¡Hombre, no lo soy!” 

C. Y como después de una hora, otro insistió: 

S. “Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo”.

C. Pedro contestó: 

S. “¡Hombre, no sé de qué hablas!” 

C. Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, miró a Pedro.

Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.

C. Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: 

S. “¿Adivina quién te ha pegado?” 

C. Y proferían contra él muchos insultos.

C. Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron: 

S. “Si tú eres el Mesías, dínoslo”.

C. El les contestó:

†. “Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso”.

C. Dijeron todos: 

S. “Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?” 

C. El les contestó:

†. “Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy”.

C. Entonces ellos dijeron: 

S. “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca”.

C. El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.

C. Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: 

S. “Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey”.

C. Pilato preguntó a Jesús: 

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?” 

C. El le contesto:

†. “Tú lo has dicho”.

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: 

S. “No encuentro ninguna culpa en este hombre”.

C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: 

S. “Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí”.

C. Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo.

Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.

C. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: 

S. “Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.

C. Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo:

S. “¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!” 

C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: 

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!” 

C. El les dijo por tercera vez: 

S. “¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.

C. Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

C. Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo:

†. “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: ‘¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’, y a las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?” 

C. Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz:

†. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

C. Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.

C. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas, diciendo: 

S. “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”.

C. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: 

S. “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.

C. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Este es el rey de los judíos”.

C. Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: 

S. “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”.

C. Pero el otro le reclamaba, indignado: 

S. “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”.

C. Y le decía a Jesús: 

S. “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”.

C. Jesús le respondió:

†. “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

C. Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde.

El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo:

†. “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” 

C. Y dicho esto, expiró.

Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.

C. El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: 

S. “Verdaderamente este hombre era justo”.

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho.

Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.

C. Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento. Palabra del Señor.

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En el Domingo de Ramos o de la Pasión del Señor, escuchamos dos textos del evangelio. El primero corresponde a la entrada de Jesús en el templo según la versión de Lucas y después, ya en la celebración eucarística, la Pasión según san Lucas.

Lo peculiar del relato lucano al narrar la entrada de Jesús en Jerusalén es la insistencia sobre la oración. “…cuando ya estaba cerca la bajada del monte de los Olivos, la multitud de discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los prodigios que habían visto, diciendo: “¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” Algunos fariseos que iban entre la gente le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. El les replicó: “Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras”.

La entrada de Jesús a Jerusalén se realiza en medio de la celebración festiva de “la multitud de discípulos” y se caracteriza por la alegría, por la expresión en voz alta de alabanzas a Dios.

La oración de los discípulos resume lo que ha visto en el camino compartido con Jesús; es un testimonio del Reino que han visto acontecer en el ministerio de Jesús: “se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los prodigios que habían visto”.  

Es una oración que aclama al Mesías, mediante dos expresiones: “¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”. La primera, es una cita del salmo 118,26, conocida en la liturgia del Templo de Jerusalén; es la aclamación con la que se recibían a los gozosos peregrinos en el momento de su ingreso al templo. Los discípulos añaden la expresión “al Rey”, que no está en el texto original con lo que identifican a Jesús con el Reino que ha sido el núcleo de su mensaje. La segunda, “Paz en el cielo…” retoma el canto de los ángeles en la noche de navidad, es una alabanza que se refiere dos veces a las alturas, es un grito de gratitud a Dios por la venida del Rey-Mesías; si en la noche de navidad la exclamación era de los ángeles en el cielo, ahora son los discípulos en la tierra, como indicando el final de un ciclo o el cumplimiento de una misión. También aquí los discípulos añaden algo novedoso; en el anuncio de los ángeles la exclamación era “paz en la tierra”; ahora los discípulos exclaman “paz en el cielo”, expresión que tiene el sabor a un reconocimiento que la paz de Jesucristo ha venido del cielo, pues de Dios proviene el don de la paz. 

El entusiasmo de los judíos escandaliza a los fariseos que reaccionan negativamente y piden a Jesús que reprenda a sus discípulos. Es lógica la reacción, pues los discípulos están aclamando a Jesús como el Mesías enviado por Dios, algo que ellos no aceptaban; además, los fariseos se incomodan pues la aclamación de los discípulos les parece extravagante.

Para una lectura orante de la Pasión según san Lucas 22,1 a 23,56, ayuda considerar o contemplar los 16 cuadros que van ordenando la narración, sin perder de vista lo que es propio del relato lucano.

1. El complot contra Jesús (estos versículos se omiten en el texto litúrgico)

El relato de la Pasión comienza con un preludio que nos inserta enseguida en el drama. Satán vuelve al ataque y se activan las fuerzas hostiles que tienen interés en la muerte de Jesús.

2. La última pascua

Después de los preparativos por parte de los discípulos para el banquete, se prosigue con la celebración pascual misma. Lucas destaca el ritual de la cena pascual judía a lo largo de la cual el cabeza de familia hace circular varias copas. Hace un signo sobre el pan, el cual permanece como “memoria mía”.  En las palabras de Jesús sobre la copa se cumple la profecía de Jeremías que anuncia la nueva alianza. (cf. Jer 31, 31.33-34)

3. El testamento de Jesús

A partir del gesto de infidelidad de un miembro de la comunidad, Jesús da las consignas para el comportamiento de la comunidad cristiana que permanece fiel a Él. Desea que el poder no se ejerza a la manera de los paganos, no desde el pedestal de quien se siente “bienhechor”, sino según su estilo que es el servicio; desea que los discípulos compartan la plenitud del Reino, lo que exige perseverar con el Maestro en las pruebas; en contraste con la infidelidad del discípulo, Jesús da testimonio de su propia fidelidad: “yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca”. Puesto que Satán no permanece inactivo y conociendo la debilidad de su discípulo, Jesús anuncia las sacudidas que va a sufrir Pedro, antes de su caída. Los discípulos vivirán dentro de poco la misión y enfrentarán la hostilidad del mundo un evangelizarán en medio de un mundo de violencia; ante ello, el Señor les da consignas: tienen que prepararse ante los tiempos difíciles.

4. La oración en el monte de los olivos

Oscurece cuando Jesús y sus discípulos se dirigen hacia el monte de los Olivos; allí la angustia de Jesús orante hace contrapunto al momento de violencia que viene con el arresto. Lucas destaca que Jesús ora y hace orar conforme a la enseñanza que le había dado a los discípulos. Retoma dos peticiones del Padre Nuestro. Al comienzo y al final del episodio, Jesús le pide a sus discípulos que oren de manera que no caer en la tentación. Al Padre le dice: “que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Dios acoge su oración y le envía un ángel para que lo reconforte. Lo mismo que Dios ya había hecho con el profeta Elías.

5. El beso del traidor

No se describe quien forma la tropa que acude a arrestar a Jesús; la atención está puesta en el traidor, uno de los doce y la actitud de Jesús que en esa circunstancia da testimonio de lo que había enseñado a sus discípulos al exhortarlos a amar a los enemigos. El comportamiento de Jesús es modelo para los cristianos y contrasta con el de Judas y el de los discípulos que reaccionan con violencia.

6. La caída de Pedro.

En el patio de la casa del sumo sacerdote, en presencia de Jesús, Pedro niega ser discípulo; pertenecer a la comunidad y haber hecho con él el camino desde Galilea, las tres formas de vinculación con Jesús. La mirada del Señor y el recuerdo de sus palabras tendrán como efecto la conversión de Pedro.

7. El rostro cubierto.

Los captores, golpean a Jesús y se burlan de él. Al contrario de Pedro, ellos no afrontan la mirada de Jesús: cubren su rostro pidiéndole que juegue con ellos para burlarse de él.

8. Jesús ante el Sanedrín

La mañana del viernes comienza con un primer interrogatorio ante la máxima autoridad judía. La revelación se hace en dos momentos. En primer lugar, Jesús deja entender que Él es mucho más que un Rey- Mesías temporal. A partir de la misteriosa figura del Hijo del hombre que viene entre las nubes del cielo, en segundo lugar, hace entender que Él es el Hijo de Dios. Ante el Sanedrín finalmente no se realiza un proceso judicial: no hay testigos ni acusaciones ni sentencia.

9. Jesús ante Pilatos

Delante de Pilatos si hay proceso judicial. La acusación se basa en motivos políticos “Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey”. Pilatos afirma por primera vez que Jesús es inocente: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”.

10. De Pilatos a Herodes

En lugar de asumir su responsabilidad y tratar a Jesús como a alguien de su jurisdicción y de hacerle justicia, Herodes se comporta de forma indigna. Al final–de manera involuntaria- u le rinde un homenaje revistiéndolo con un manto real.

11. De Herodes a Pilatos

Pilatos afirma por segunda vez que Jesús es inocente, esta vez coincidiendo con la opinión de Herodes. Con todo, hace flagelar a Jesús con intención de soltarlo después. Pero esto no satisface a los jefes ni al pueblo, que interviene aquí por primera vez. Una ironía trágica aparece en el texto: aquellos que habían acusado a Jesús de subversión son los mismos que solicitan la liberación de un verdadero subversivo, pidiendo la muerte del inocente. Después de afirmar por tercera vez que Jesús es inocente, Pilatos termina cediendo ante la presión popular. Para Lucas, los principales responsables de la muerte de Jesús son los sumos sacerdotes y los jefes del pueblo. Se destaca la ausencia de los fariseos. Según el testimonio de Lucas, ellos no son enemigos mortales de Jesús.

12. Jesús carga la cruz

La narración alcanza su vértice dramático durante el camino de la Cruz. Llevando la cruz detrás de Jesús, Simón de Cirene se convierte en modelo del discípulo que toma la cruz. El pueblo también sigue a Jesús, contemplándolo a su paso. Se destacan la actitud de las mujeres y las palabras que Jesús les dirige a ellas. En términos proféticos Jesús anuncia la caída de Jerusalén.

13. Una muerte ejemplar

Hasta el fin de su vida, Jesús pone en práctica lo que ha enseñado: el amor a los enemigos y el perdón de las ofensas. Mientras es crucificado dice: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.

14. La muerte de un rey

Los jefes de los judíos, los soldados romanos y uno de los malhechores desafían a Jesús para que se salve a sí mismo. Jesús no lo hace. Él es “salvador”, pero no ejerce su poder para provecho propio. Por decisión personal, introduce en el paraíso a un pobre hombre que pone su confianza en Él. La salvación no será solamente al final de los tiempos, cuando vuelva. Jesús, desde la cruz, anuncia el “hoy” de la salvación.

15. La muerte del Hijo

Las últimas palabras de Jesús en la cruz son una oración expresada en un grito de confianza. Si bien están inspiradas en el Salmo 31,6, ellas evocan sus primeras palabras en el Templo de Jerusalén, cuando cumplió sus doce años. Jesús llama a Dios “Padre” suyo y en sus manos deposita toda su vida, en Él concluye su camino y a Él le entrega su causa.

16. Después de la muerte de Jesús

Comienza una serie de reacciones frente a la muerte heroica de Jesús. Notamos la alusión continua al “ver” al crucificado: El centurión romano, ve y da testimonio, la muerte de Jesús es una injusticia, es el inocente ajusticiado, tal como lo había profetizado Isaías en los cánticos del Siervo de Yahvé; el pueblo “ve” y comienza a convertirse, reconociendo su culpabilidad; los amigos que lo acompañaron desde Galilea ven, pero desde lejos.

Sigue la sepultura. No todos los miembros del Sanedrín eran sus enemigos. José de Arimatea, llamado bueno y justo, le tributa homenaje y le da digna sepultura

Las mujeres “ven” todo hasta el ultimo instante. Su fidelidad rebase la de los varones discípulos. Ellas, las testigos de la sepultura de Jesús serán igualmente las primeras testigos de la resurrección.

La “visión” del Resucitado no se puede desconectar de la “visión” del crucificado. Es así como la contemplación de las actitudes de Jesús en su Pasión y Crucifixión en esta narración que se desencadena sin pausa –que se escucha con la respiración contenida por la emoción- es el preludio de la “conversión” pascual que está a punto de suceder. Tal como lo hace sentir Lucas, el final es tranquilo y lleno de suspenso: una extraña calma que interroga el corazón. La serenidad orante del final abre las puertas a una gran expectativa… que tendrá respuesta.


[1] F. Oñoro. La entrada a Jerusalén y el itinerario de la Pasión en Lucas (Lucas 22-23), CEBIPAL/CELAM.

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