Pascua
Jueves de la VI semana
Textos
† Del evangelio según san Juan (16, 16-20)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco tiempo ya no me verán; y dentro de otro poco me volverán a ver”. Algunos de sus discípulos se preguntaban unos a otros: “¿Qué querrá decir con eso de que: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán, y dentro de otro poco me volverán a ver’, y con eso de que: ‘Me voy al Padre’?” Y se decían: “¿Qué significa ese ‘un poco’? No entendemos lo que quiere decir”.
Jesús comprendió que querían preguntarle algo y les dijo: “Están confundidos porque les he dicho: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver’. Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría”. Palabra del Señor.
Mensaje
Pasamos hoy a la tercera lección sobre el nacimiento y la formación de la comunidad del Resucitado: el Espíritu Santo que centra al discípulo en Cristo, lo coloca precisamente en el centro del ministerio de Jesús, en lo más sublime de su obra: la Cruz.
Jesús describe la experiencia de la Cruz desde el punto de vista de su experiencia, lo que será el camino de la Cruz y su significado en la vida del discípulo.
Parte del enunciado de una frase enigmática: “Dentro de poco tiempo ya no me verán; y dentro de otro poco me volverán a ver.” Los discípulos quedan confundidos; se reúnen en grupo a parte y debaten entre ellos para entender el sentido de la frase, pero no dan con la respuesta: no entienden que Jesús está hablando de su muerte y resurrección, mucho menos captan el significado que esto tiene para sus vidas.
El hecho de que los discípulos se hagan preguntas es importante: interrogar al Señor es la única manera de evitar la parálisis en la vida espiritual, es un indicativo de que se reconoce la insuficiente preparación con que nos encuentra frecuentemente el misterio de la Cruz.
Jesús responde a las inquietudes de los discípulos haciéndose intérprete de sus propias palabras: “Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría.” Esta respuesta nos aclara mucho lo que fue dicho de forma enigmática, pero da un paso adelante anunciando cómo reaccionarán emocionalmente los discípulos ante su muerte y resurrección, es decir, ante el hecho de no verlo y de volverlo a ver.
Las emociones externas de llanto, lamentación, duelo, aflicción indican la gravedad de lo que está pasando: Jesús concluye su existencia terrena y no hay marcha atrás. Pero Jesús les dice que lo volverán a ver, refiriéndose a la alegría de la mañana de la resurrección cuando ellos lo encontraron de nuevo con los signos de la crucifixión aún en su cuerpo, un cuerpo ahora glorificado.
Entonces el llanto y el duelo, propios de la impotencia humana frente a la muerte, no permanecerán; el sufrimiento no será definitivo. El cambio en el estado de vida de Jesús tiene consecuencias profundas para los discípulos: «su tristeza se transformará en alegría.»
No se trata de una secuencia sino una consecuencia. Esto define una ley importante de la vida espiritual: la resurrección viene de dentro de la Cruz y es una superación de la misma. Esto quiere decir que lo que calificamos como desgracia nos pone en la ruta de una experiencia pascual, que allí ya está aconteciendo el Señor que de dentro de esa situación hará brotar la alegría. La Resurrección no es un dejar de lado la Cruz sino la transformación de ella en una nueva expresión de vida.