Si comen de esos frutos, se les abrirán los ojos y serán como dioses

Tiempo Ordinario

Viernes de la semana V

Textos

† Lectura del libro del Génesis (3, 1-8)

De todos los animales salvajes creados por el Señor Dios, la serpiente era el más astuto.

Un día le dijo a la mujer: “¿Es cierto que Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?” La mujer le respondió a la serpiente: “No. Sí podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero de los frutos del árbol que está en el centro, Dios nos ha prohibido comer y nos ha dicho que no lo toquemos, porque, de lo contrario, moriremos”.

La serpiente le dijo a la mujer: “Eso de que ustedes van a morir no es cierto. Al contrario, Dios sabe muy bien que, si comen de esos frutos, se les abrirán los ojos y serán como dioses, pues conocerán el bien y el mal”.

Entonces los frutos de aquel árbol le parecieron a la mujer apetitosos, de hermoso aspecto y excelentes para adquirir sabiduría. Tomó de los frutos y comió; y después le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Al momento se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se cubrieron con ellas.

Oyeron luego los pasos del Señor Dios, que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y se ocultaron de su vista entre los árboles del jardín.  Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

Dios puso al hombre y a la mujer en el jardín y les dijo que podían comer cualquier fruto menos los del árbol que se encontraba en su centro. Sin embargo, ellos no escucharon la palabra de Dios y se dejaron seducir por una voz ajena, la de la serpiente, es decir, la voz del ídolo, la voz del maligno.

Esta voz se insinúa persuasiva en la vida de cada día. Puede nacer del propio corazón cuando por ejemplo estimula el orgullo, acaricia la autocomplacencia, hace creer que todo está al alcance de la mano, o de cualquier modo empuja a concentrarse en uno mismo. Podríamos decir que es la voz que quiere exaltar el yo hasta el extremo. Es también la voz que viene de los falsos profetas, que proponen como ideal de vida la riqueza, el bienestar o el éxito. En realidad, son palabras e insinuaciones engañosas que alejan del Señor. 

La propuesta del tentador es simple: no creer en la voz de Dios. El pecado original (y si se quiere el origen de todo pecado) está siempre en la falta de confianza en la Palabra de Dios, en la falta de escucha, y sobre todo en la fe en uno mismo, en la exaltación del yo, del propio orgullo. Escuchar al tentador hace que el hombre pierda la amistad con Dios y la solidaridad recíproca. 

Adán y Eva, que pretendían conocerlo todo y actuar por su cuenta, se descubrieron desnudos y llenos de miedo, y se acusan mutuamente. El orgullo lleva a la privación de la amistad de Dios y al alejamiento entre nosotros. Sin el Señor cada uno de nosotros descubre con tristeza su miseria y su fragilidad, y se ve en la soledad y en la disputa. Adán y Eva se escondieron de un Dios, que por el contrario ha continuado amándolos y preocupándose por ellos.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 99-100.

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