Será un reino eterno, al que temerán y se someterán todos los soberanos

Tiempo Ordinario

Sábado de la XXXIV semana

Yo, Daniel, me sentía angustiado y perturbado por las visiones que había tenido. Me acerqué a uno de los presentes y le pedí que me explicara todo aquello, y él me explicó el sentido de las visiones: “Esas cuatro bestias gigantescas significan cuatro reyes que surgirán en el mundo. Pero los elegidos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán por los siglos de los siglos”.

Quise saber lo que significaba la cuarta bestia, diferente de las demás, la bestia terrible, con dientes de hierro y garras de bronce, que devoraba y trituraba, y pisoteaba lo sobrante con las patas; lo que significaban los diez cuernos de su cabeza y el otro cuerno que, al salir, eliminaba a otros tres, que tenía ojos y una boca que profería blasfemias y era más grande que las otras.

Mientras yo seguía mirando, aquel cuerno luchó contra los elegidos y los derrotó, hasta que llegó el anciano para hacer justicia a los elegidos del Altísimo, para que éstos poseyeran el reino.

Después me dijo: “La cuarta bestia es un cuarto rey que habrá en la tierra, mayor que todos los reyes, que devorará, trillará y triturará toda la tierra.

Sus diez cuernos son diez reyes que habrá en aquel reino, y después vendrá otro, más poderoso que ellos, el cual destronará a tres reyes; blasfemará contra el Altísimo e intentará aniquilar a los elegidos y cambiar las fiestas y la ley.

Los elegidos estarán bajo su poder durante tres años y medio.

Pero al celebrarse el juicio, se le quitará el poder y será destruido y aniquilado totalmente.

El poder real y el dominio sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los elegidos del Altísimo. Será un reino eterno, al que temerán y se someterán todos los soberanos”. Palabra de Dios

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En este último día la Liturgia nos hace escuchar una de las páginas centrales del libro de Daniel. Después de las visiones nocturnas, que narran los primeros catorce versículos del capítulo, Daniel siente que le fallan las fuerzas por el aturdimiento y pide a uno de los que están cerca de él que le explique el significado de lo que ha visto.

También él -que muchas veces ha ayudado al rey babilonio a interpretar los sueños- esta vez necesita ayuda de otro para comprender lo que ha visto. Nadie puede afirmar que es autosuficiente, totalmente independiente de los demás. Eso es cierto también cuando escuchamos las Sagradas Escrituras. Gregorio Magno -uno de los más profundos comentadores de la Biblia- afirmaba que no pocas veces los oyentes le ayudaban a comprender mejor los pasajes bíblicos que tenía que comentar. 

Cuando la tradición espiritual de la Iglesia nos dice que debemos escuchar las Escrituras no solos, sino en la comunidad, no hace más que destacar la importancia de escuchar juntos. Pues bien, el intérprete al que pregunta Daniel explica las visiones hablando especialmente de la cuarta bestia -que representa el reino de Alejandro Magno- y de sus diez cuernos, que son sus sucesores.

El último cuerno «que despuntó» y que «declaraba la guerra a los santos y los vencía» (v. 21) representa a Antíoco IV Epífanes. La arrogancia que sentía porque creía que era el representante de Zeus en la tierra le lleva a perseguir a aquellos judíos que querían mantenerse fieles a Dios.

Pero el intérprete anuncia que llegará el juicio de Dios: en aquel momento terminarán las persecusiones, el reino de Babilonia quedará destruido y el poder será entregado «al pueblo de los santos del Altísimo». Es el anuncio de esperanza que reciben los creyentes que permanecen fieles a Dios y a su alianza. 

A ellos el Señor les confía el poder de cambiar y de salvar la tierra. Cuando termina el año litúrgico, la visión de Daniel nos pide que miremos más allá del presente inmediato, que a veces es muy difícil, y que esperemos al Señor que viene a salvarnos.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 412-413.

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