¡Señor mío y Dios mío!

3 de julio 2023

Santo Tomás apóstol

Textos

† Del evangelio según san Juan (20, 24-29)

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.  Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»  Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.  Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»  Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»  Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»  Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Palabra del Señor.

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Mensaje[1]

Hoy celebramos la fiesta de santo Tomás, llamado el Mellizo. El Evangelio de Juan habla de él varias veces en relación con algunos momentos importantes de la vida de Jesús. cuando Jesús quiso ir a ver a Lázaro, que estaba enfermo, y la vida del maestro corría un grave peligro, Tomás, en nombre de todos los discípulos, dijo: «Vayamos también nosotros a morir con él». 

Estaba muy seguro de sí mismo, de sus sensaciones, de sus convicciones, como quedó claro la tarde de Pascua. A los otros apóstoles que la tarde de Pascua le decían que habían visto al Señor resucitado, les contestó con aquella conocida frase que se ha convertido en emblema de la incredulidad: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos… y no meto mi mano en su costado, no creeré».

Si lo pensamos bien, cada uno de nosotros tiene una actitud similar a la de Tomás. Nos sentimos seguros de nosotros mismos, de nuestras sensaciones y de nuestras convicciones. Tomás necesita encontrarse de nuevo con el Señor, escucharlo, verlo y también tocarlo.

Y por eso Jesús volvió de nuevo con los discípulos ocho días más tarde. Y dirigiéndose rápidamente a él, como si hubiera venido a propósito, le dice: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente».

Aquellas palabras de Jesús impactaron a Tomás. Y al ver aquel cuerpo herido exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!». Al oír estas palabras, Jesús, dirigiéndose a él, y pensando también en todos los que llegarían más tarde, dijo: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Es la última bienaventuranza del Evangelio. Y esta bienaventuranza también es para nosotros: Jesús nos pide que creamos sin ver.

La fe, tras las apariciones pascuales, no es fruto de ver al Resucitado como hicieron los apóstoles, sino de escuchar la Palabra de Dios trasmitida a través de la predicación y de ver y tocar las heridas de los pobres y de quienes sufren el mal.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. p.254.

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