Tiempo Ordinario
Lunes de la XXXII semana
Textos
† Del evangelio según san Lucas (17, 1-6)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado.
Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo”. Los apóstoles dijeron entonces al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”. Palabra del Señor.
Mensaje[1]
Jesús advierte a los discípulos para que no sean motivo de escándalo, es decir, que no sean piedra que hace tropezar. Considera que el escándalo es tan grande que afirma que sería mejor, para quien lo procura, que lo echaran al mar con una piedra al cuello. Y tal vez el primer escándalo que deben evitar los discípulos es el de contradecir con su vida el Evangelio.
Si nuestros comportamientos están lejos del Evangelio e incluso van contra el Evangelio, no solo traicionamos al Señor, sino que además nos convertimos en cómplices del príncipe de este mundo porque fomentamos una vida triste y violenta. Por eso pide a los discípulos: «Tengan, pues, cuidado».
El apóstol Pablo, consciente de ese peligro, advertía también a los ancianos de Éfeso diciendo: «Tengan cuidado de ustedes y de toda la comunidad» (Hch 20, 28). Tener cuidado de uno mismo, del comportamiento que cada uno tiene, de la fidelidad al Evangelio es una tarea primordial para cada discípulo y aún más para los que tienen responsabilidades pastorales.
Jesús añade que la disponibilidad por perdonar también forma parte de la sabiduría. Además, cada uno de nosotros conoce bien su fragilidad y facilidad en caer en pecado. Jesús nos da expresamente la fuerza de perdonar. La capacidad de perdonar no es espontánea. Es más, el perdón hoy es algo raro. Y por desgracia la venganza tiene mucho más espacio en la vida de cada día. Es urgente que la misericordia y el perdón se apliquen con profusión ante la facilidad con la que se afirma el pecado. Perdonar «siete veces», como pide Jesús, significa que hay que perdonar siempre. Evidentemente, no se trata de mostrarse condescendiente con el pecado.
Jesús exige siempre el arrepentimiento por la culpa cometida y el consiguiente cambio de vida. Pero nunca debe faltar la disponibilidad a la misericordia. La misericordia es signo de la presencia de Dios entre los hombres. A este respecto los discípulos comprenden que la misericordia no nace de ellos, comprenden que tienen fuertemente arraigado en ellos el instinto de permanecer en el odio o al menos en la indiferencia. Por eso le piden al Señor: «Auméntanos la fe».
Jesús -sorprendiéndonos tal vez también a nosotros – contesta diciendo que de fe basta una pequeña medida, la medida de un grano de mostaza. Esa pequeña fe, esa pequeña confianza en Dios, es capaz de hacer milagros. Pidámosla al Señor y seremos capaces de arrancar las hierbas amargas del corazón de los hombres y tirarlas al fondo del mar.
[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 413-414.