Inicia tu meditación escuchando este canto. Repítelo en tu corazón
Textos bíblicos
Primera Lectura: 1 Pedro 5, 1-4
Salmo 22
Evangelio: Mateo 25, 31-46: Cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron
Reflexión
Este primer lunes de Cuaresma se abre con el Evangelio del último día, el del juicio final. La escena es grandiosa: Jesús, en el papel de rey, está sentado en el trono «con todos sus ángeles». Ante él, como en un inmenso escenario, se encuentran reunidas «todas las naciones». Sólo hay una división entre ellos, la relación que cada uno ha tenido con el Hijo del hombre presente en cada pobre. El juez mismo, de hecho, se presenta como el que tiene sed, hambre, el desnudo, el extranjero, el enfermo, el encarcelado. «Tuve hambre, Y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber».
Este Evangelio nos viene a decir que el encuentro decisivo entre el hombre y Dios no tiene lugar en un marco de gestos heroicos y extraordinarios, sino en nuestros encuentros de todos los días, en el ofrecer ayuda a quien la necesita, dar de comer y de beber a quien tiene hambre y sed, en el acoger y proteger a quien está abandonado. La identificación de Jesús con los pobres -los llama incluso sus hermanos- no depende de sus cualidades morales o espirituales; Jesús no se identifica sólo con los pobres buenos y honestos. Los pobres son pobres, sin más, y como tales en ellos encontramos al Señor. Se trata de una identidad objetiva: ellos representan al Señor porque son pobres, pequeños, débiles, porque Jesús mismo se ha hecho pobre y débil.
La perfección de Dios se manifiesta en su misericordia. Medita la siguiente frase:
Revisa tu vida:
¿Cómo es tu relación con los bienes materiales: de libertad o de dependencia?
¿Cómo te posicionas ante las situaciones de pobreza?
Propósito:
Haz una obra de misericordia.
Jaculatoria:
El Señor es mi pastor, nada me faltará