Se aferran a las tradiciones de los hombres.

Tiempo Ordinario

Martes de la V semana

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”. Después añadió: “De veras son ustedes muyhábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá.

Pero ustedes dicen: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre’. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta”. Palabra del Señor.

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Este pasaje evangélico abre la discusión sobre lo que, es puro e impuro. Es un tema decisivo para la enseñanza de Jesús. Por eso llama a la gente en torno a sí para mostrarles la verdadera dimensión religiosa de la vida, y responde ahora de forma directa a la pregunta que le habían hecho los fariseos sobre por qué los discípulos comían con «manos impuras», es decir, sin lavárselas.

La impureza la causan los actos, palabras o situaciones que alejan al hombre de Dios, que es el «puro», el «santo». Los leprosos, a causa, de su enfermedad eran considerados impuros y por tanto no podían acceder al templo. En el libro del Levítico hay una serie de indicaciones que definen y delimitan la esfera de lo puro y lo impuro, a las cuales es necesario atenerse si se quiere vivir en alianza con Dios (véanse los capítulos 11-15). 

La impureza hace al hombre pecador, por esto a los demonios en el Evangelio se les llama «espíritus impuros», ya que representan el alejamiento máximo de Dios. El punto crítico de la impureza, es decir, de todo lo que aleja de Dios, procede del corazón. La batalla central de nuestra vida se combate en el corazón para liberarlo del egoísmo, de los malos instintos y sembrar en él la semilla del amor. De nada sirve observar escrupulosamente la ley si no se forma el corazón para el amor, para el encuentro, para el perdón, el respeto y la misericordia.

Jesús pone en guardia contra la observancia exterior de la ley, que podría incluso llevar a anular la Palabra de Dios. De hecho se puede «honrar a Dios con los labios» mientras el corazón está lejos de Dios. Lo que cuenta es el mandamiento de Dios. Jesús usa el singular, quizá refiriéndose al único y gran mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Cuántas veces confundimos nuestras tradiciones y costumbres con el mandamiento de Dios, impidiéndole actuar en nuestra vida y convertirnos. 


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 89-90.

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