¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Tiempo Ordinario

Jueves de la XVIII semana

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

A partir de entonces, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”.

Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!” Palabra del Señor.

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Jesús lleva a los discípulos hacia Cesarea de Filipo, a la frontera septentrional de la Palestina de entonces, donde la población era pagana. Jesús tal vez tenía la intención de estar un poco a solas con los discípulos. 

Toda comunidad necesita momentos como este para conocer más y amar más al Señor. Y ahora Jesús interroga a los discípulos sobre lo que dice la gente acerca de él. Se decían de Jesús las cosas más variadas: en la corte de Herodes algunos pensaban que era Juan Bautista resucitado, otros creían que era Elías, mientras que otros decían que era Jeremías, quien según una creencia de la época debía recuperar del monte Nebo el arca y los objetos sagrados escondidos durante el exilio. 

Jesús, tras haber oído aquellas respuestas, pregunta a los discípulos: «Y vosotros ¿quién dicen que soy yo?». Jesús necesita que los discípulos estén en sintonía con él, que compartan su sentir, que conozcan su verdadera identidad. Pedro toma la palabra y, contestando por todos, confiesa su fe en Él como Mesías. 

Pedro, y con él todo el modesto grupo de discípulos, forma parte de aquellos «pequeños» a los que el Padre revela las cosas ocultas desde la creación del mundo. Y Simón, hombre como todos, hecho de «carne y sangre», con Jesús recibe una nueva vocación, una nueva tarea, un nuevo cometido: ser piedra, es decir, sostén para muchos, con el poder de atar nuevas amistades y de desatar las abundantes ataduras de esclavitud que impiden seguir el Evangelio. 

La respuesta que Pedro da en nombre de todos reconforta a Jesús, que puede abrirles su corazón y decirles cual será el final que le espera en Jerusalén: el Mesías no es un poderoso, sino un débil que hasta será asesinado. Pedro no entiende lo que está diciendo Jesús; piensa que está desvariando. Movido por su instinto, y ya no por la fe que antes le ha hecho hablar, quiere alejar a Jesús de su misión y del camino hacia Jerusalén. En realidad, es él quien tiene que recorrer todavía un largo trecho en el camino de la comprensión del Señor, al igual que cada uno de nosotros. Y Jesús le dice: «¡Quítate de mi vista, Satanás!», como si quisiera decirle que se pusiera a seguir de nuevo el Evangelio.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 307.

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