¿Qué tendrá su palabra?

Tiempo Ordinario

Martes de la XXII semana

En aquel tiempo, Jesús fue a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Todos estaban asombrados de sus enseñanzas, porque hablaba con autoridad.

Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo y se puso a gritar muy fuerte: “¡Déjanos!

¿Por qué te metes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé que tú eres el Santo de Dios”.

Pero Jesús le ordenó: “Cállate y sal de ese hombre”. Entonces el demonio tiró al hombre por tierra, en medio de la gente, y salió de él sin hacerle daño.

Todos se espantaron y se decían unos a otros: “¿Qué tendrá su palabra? Porque da órdenes con autoridad y fuerza a los espíritus inmundos y éstos se salen”. Y su fama se extendió por todos los lugares de la región. Palabra del Señor.

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Continuando con nuestra lectura de Lucas, hoy pasamos con Jesús de Nazaret a Cafarnaúm. 

En Nazaret escuchamos su mensaje que lo identificaba como Mesías liberador, ahora en Cafarnaúm vemos sus primeras obras de poder, precisamente en la liberación del poder de satanás.

El ministerio de Jesús en Cafarnaúm comienza como el de Nazaret: enseñando en la sinagoga. Allí su enseñanza causa asombro porque «porque da órdenes con autoridad». El poder de la Palabra está ligado a lo dicho por Jesús en su auto presentación: «El Espíritu del Señor está sobre mí»;  al inspirar la predicación de Jesús, el Espíritu Santo le da efecto de salvación. 

Las escenas que siguen muestran ejemplos concretos: el exorcismo de un hombre en la sinagoga, la curación de la suegra de Pedro y muchas otras curaciones que se realizan el mismo día al atardecer. Hoy contemplamos la primera.

Detengámonos en el punto destacado en este pasaje:

Jesús libera venciendo al demonio. El demonio dice «¿has venido a destruirnos?». La escena representa un combate entre Jesús y el demonio. 

Jesús libera de todo lo que oprime el hombre. Jesús ejerce su poder derrotando a su adversario simbolizado en el demonio. Los demonios gritan y se espantan porque saben quién es Jesús.

Los discípulos de Jesús no deben ignorar al enemigo malo, ni sus artes seductoras que encandilan y confunden, mucho menos deben dialogar con él porque es astuto y sagaz. 

Quienes viven obsesionados con su presencia, viéndolo por todas partes y no ven la obra de Dios y no confían el poder liberador de su Hijo Jesucristo ni en la fuerza de su Espíritu Santo, acusan la languidez de su fe. «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia».

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