Que el amor de ustedes sea sincero

Tiempo Ordinario

Martes de la XXXI semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos (12, 5-16)

Hermanos: Todos nosotros, aun siendo muchos, formamos un solo cuerpo unidos a Cristo, y todos y cada uno somos miembros los unos de los otros. Pero tenemos dones diferentes, según la gracia concedida a cada uno. El que tenga el don de profecía, que lo ejerza de acuerdo con la fe; el que tenga el don de servicio, que se dedique a servir; el que enseña, que se consagre a enseñar; el que exhorta, que se entregue a exhortar. El que da, hágalo con sencillez; el que preside, presida con solicitud; el que atiende a los necesitados, hágalo con alegría.

Que el amor de ustedes sea sincero. Aborrezcan el mal y practiquen el bien; ámense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos; que cada uno estime a los otros más que a sí mismo.

En el cumplimiento de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al servicio del Señor.

Que la esperanza los mantenga alegres; sean constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.

Bendigan a los que los persiguen; bendíganlos, no los maldigan. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Que reine la concordia entre ustedes.

No sean, pues, altivos; más bien pónganse al nivel de los humildes. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

Con el capítulo 12 empieza la parte más exhortativa de la Carta, concebida como consecuencia directa de la argumentación anterior. El apóstol destaca qué se requiere a los creyentes en virtud de la justicia revelada. El pasaje que hemos leído incluye exhortaciones sobre las relaciones dentro de la comunidad cristiana -y a este respecto se presenta la célebre imagen del cuerpo como en la primera Carta a los corintio (12, 12-27)- y sobre las relaciones con el mundo exterior que ya manifiesta hostilidad y las primeras formas de persecucuión.

«Así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos la misma función», escribe el apóstol, «así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo miembros los unos para los otros». En un cuerpo la pluralidad de los miembros no se opone a la unidad y a la funcionalidad del cuerpo, sino que está a su servicio.

Así sucede en la Iglesia y en toda comunidad cristiana que el Señor enriquece con numerosos dones, con muchos carismas, para que todos concurran al crecimiento del amor y al desarrollo del testimonio evangélico. Cada uno está unido a los demás con el vínculo del amor, pero el Señor da a cada uno una tarea para el servicio común. Cada uno, evidentemente, conserva su identidad. 

El Espíritu no elimina las distintas identidades, sino que las armoniza en una comunión nueva que hace un solo cuerpo a partir de varios. La comunidad cristiana no nace, pues, de las disposiciones de las personas ni de la homogeneidad de los componentes, sino del amor de Dios que hace de muchos uno, y de diversos, una comunidad.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 386-387.

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