No tengas miedo de ir a Egipto. Yo iré contigo allá, José te cerrará los ojos…

Tiempo ordinario

Vienres de la XIV semana

Textos

Del libro del Génesis (46, 1-7. 28-30)

En aquellos días, partió Jacob con todas sus pertenencias y llegó a Berseba, donde hizo sacrificios al Dios de su padre Isaac. Por la noche, Dios se le apareció y le dijo: “¡Jacob, Jacob!” El respondió: “Aquí estoy”. El Señor le dijo: “Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a Egipto, porque ahí te convertiré en un gran pueblo. Yo iré contigo allá, José te cerrará los ojos y después de muerto, yo mismo te haré volver aquí”.

Al partir de Berseba, los hijos de Jacob hicieron subir a su padre, a sus pequeños y a sus mujeres en las carretas que había mandado el faraón para transportarlos. Tomaron el ganado y cuanto habían adquirido en la tierra de Canaán y se fueron aEgipto, Jacob y todos sus descendientes, sus hijos y nietos, sus hijas y nietas.

Jacob mandó a Judá por delante para que le avisara a José y le preparara un sitio en la región de Gosén. Cuando ya estaban por llegar, José enganchó su carroza y se fue a Gosén para recibir a su padre. Apenas lo vio, corrió a su encuentro y, abrazándolo largamente, se puso a llorar.

Jacob le dijo a José: “Ya puedo morir tranquilo, pues te he vuelto a ver y vives todavía”. Palabra de Dios.

Descargar los textos en PDF

Mensaje[1]

La larga historia de José, de sus sueños interpretados con envidia por sus hermanos y causa de la violencia contra él, termina con la narración del encuentro con su padre. Jacob, que se había quedado en Canaán, antes de morir quiere ver a su hijo, por eso decide ir a Egipto.

No puede morir sin volverlo a ver. Jacob emprende el viaje. Lleva consigo a todos sus familiares para que todos se reconcilien con aquel hijo que había sido vendido a los egipcios.  El encuentro rebosa emoción y sirve también para que Jacob se reconcilie con toda su vida, hasta el punto de que exclama: «Ahora ya puedo morir».

La verdadera aspiración de Jacob, del pueblo de Dios, es que no se pierda nadie. Por eso emprende el viaje, a pesar de su edad avanzada y a pesar de todas las incomodidades y los peligros: para encontrar al hijo de sus sueños. Al verlo comprende que la bendición de Dios se ha hecho realidad.

La envidia violenta y homicida de los hermanos, debida a la predilección del padre por el «soñador», era fruto del mal y motivo para hacer crecer las comparaciones malintencionadas. Para el Señor, en cambio, todo coopera al bien y el más grande es aquel que se hace esclavo por nosotros. 

Las diversidades, como los sueños de José, eran una riqueza también para los hermanos, aunque estos no lo habían comprendido. Más bien al contrario: se habían puesto en su contra e incluso lo habían vendido. Los carismas de José no buscaban la división ni tampoco el conflicto. Al contrario, eran un don que había recibido del Señor para el bien común de todos.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 265-266.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *