No se olviden nunca de practicar la generosidad 

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Sábado de la semana IV

Textos

Lectura de la carta a los hebreos (13, 15-17. 20-21)

Hermanos: Ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, el sacrificio de alabanza, es decir el homenaje de los labios que bendicen su nombre.

No se olviden nunca de practicar la generosidad y de compartir con los demás los bienes de ustedes, porque estos son los sacrificios que agradan a Dios. Obedezcan con docilidad a sus pastores, pues ellos se desvelan por ustedes, sabiendo que tienen que rendir cuentas a Dios. Así podrán ellos trabajar con alegría y sin quejarse, pues lo contrario no sería para ustedes de ningún provecho.Que el Dios de la paz, el que, mediante la sangre de una alianza eterna, resucitó de entre los muertos al pastor eterno de las ovejas, Jesucristo, nuestro Señor, los enriquezca a ustedes con toda clase de dones para cumplir su voluntad y haga en ustedes todo lo que es de su agrado, por medio de Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

La Carta se acerca a su conclusión involucrándonos en ese «sacrificio de alabanza» que se eleva desde la comunidad cada vez que se reúne para celebrar la sagrada liturgia. Es de allí de donde toma fuerza y sentido toda la vida de las comunidades cristianas. Se trata, de hecho, de vivir la vida cristiana no como un cúmulo de reglas y rituales, sino de acoger el amor de Cristo que nos libera de la esclavitud del pecado.

La invitación de la Carta hace referencia a una actitud a asumir en la vida de cada día, que lleva incluso hasta la «comunión de bienes», posible solo cuando se vive con una mirada benévola hacia los hermanos y las hermanas. También la obediencia se hace posible cuando el propio corazón vive en la benevolencia y en la comunión, porque obedecer no puede ser una obligación, sino que deriva de la conciencia de la necesidad de ser ayudados y guiados.

Después el autor invita a la oración, que no se cita en el texto que hemos leído pero que es el pasaje fundamental del final de la Carta, antes de la acción de gracias conclusiva. El autor, saliendo un poco del anonimato, pide con insistencia «rogad por nosotros». En estos últimos tiempos el papa Francisco nos ha acostumbrado a escuchar con mayor fuerza el compromiso a rezar los unos por los otros.

El autor, tras esta petición, expresa un largo deseo que es de algún modo el punto teológico conclusivo de la Carta. Formula una solemne oración de bendición para la comunidad, y trae a la memoria una vez más la obra de salvación que Dios llevó a cabo para destruir la muerte. Recuerda que el «Dios de la paz… levantó» (Is 63, 11-13) de entre los muertos al «gran Pastor de las ovejas», retomando así la figura sacerdotal de Cristo, «promotor» y «precursor». Es él quien nos hace perfectos en toda clase de bienes, para que podamos cumplir su voluntad. Que el Señor nos haga perfectos también a nosotros en el bien, porque solo así podremos cumplir su voluntad.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 91-92.

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