Tiempo Ordinario
Domingo de la XXVI semana – Ciclo A
Textos
† Del evangelio según san Mateo (21, 28-32)
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’.
El le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue.
El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo.
Este le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”.
Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios.
Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”. Palabra del Señor.
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Mensaje[1]
Jesús volvió al templo al día siguiente de haber echado a los vendedores y a los cambistas y de haber curado a muchos enfermos que se acercaron. Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se presentaron para preguntarle con qué autoridad se había comportado de aquel modo.
Ellos ostentaban la autoridad en el templo. Jesús no solo no les responde directamente, sino que les pide que le digan con qué autoridad bautizaba el Bautista. A esta pregunta de Jesús no saben qué contestar por miedo de la reacción de la gente, y admiten: «No sabemos». Entonces Jesús explica la breve parábola que hemos leído, la de un padre que pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña.
El primero dice que no tiene ganas, pero termina yendo; el segundo, en cambio, muestra su voluntad, pero al final no va. «¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?», pregunta Jesús a sus interlocutores. Ellos solo pueden contestar: «El primero». Era la única respuesta posible.
Entonces Jesús, de manera totalmente inesperada, invierte la perspectiva. Dirigiéndose a aquellos sacerdotes y a aquellos ancianos del pueblo -precisamente basándose en su respuesta- les dice: «Los publicanos y las prostitutas llegan antges que vosotrso al Reino de Dios».
Es una frase durísima para aquellos oyentes, pero refleja lo que ocurría ante sus ojos: los publicanos y los pecadores, efectivamente, acudían a Jesús para escucharlo, y lo hacían con entusiasmo, ya que se tomaban en serio sus palabras, tocaban personalmente su amor, recibían su perdón, y muchos lo seguían.
Eran personas que no se avergonzaban de pedir ayuda, no pretendían ser algo que no eran; no se defendían arguyendo méritos o justificaciones. Se arrepentían y cambiaban su vida. El Evangelio era realmente una buena noticia, para ellos, un verdadero cambio de vida. También lo es para cualquiera -incluidos nosotros- que se deja tocar el corazón por la palabra del padre que envía a trabajar a la viña.
La fe nace de escuchar el Evangelio. Quien lo escucha con fe se aleja del «no» como el del primer hijo y se convierte, es decir, abandona su camino y emprende el camino de la viña. Eso es lo que pedimos al Señor cada día en el Padre Nuestro: «Hágase tu voluntad». Sí, «hágase»: la voluntad debe hacerse, y no solo proclamarse.
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 349-350.