Los fariseos, limpian el exterior… el interior está lleno de maldad

Tiempo Ordinario

Martes de la XXVIII semana

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que Jesús no hubiera cumplido con la ceremonia de lavarse las manos antes de comer.

Pero el Señor le dijo: “Ustedes, los fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato; en cambio, el interior de ustedes está lleno de robos y maldad.

¡Insensatos! ¿Acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior? Den más bien limosna de lo que tienen y todo lo de ustedes quedará limpio”. Palabra del Señor.

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En el evangelio de hoy, vemos a Jesús que entra como huésped en la casa de un fariseo. En el evangelio de Lucas, en otra ocasión, ya había hecho lo mismo y, capítulos adelante, lo hará una vez más. Cuando llega a esta casa, Jesús intencionalmente omite el lavatorio de las manos que prescribía la Ley para el momento de sentarse en una comida. Esto sorprende al anfitrión: «se extrañó de que Jesús no hubiera cumplido con la ceremonia de lavarse las manos antes de comer».

La mesa de comedor, que es el lugar de la comunión de los amigos, puede convertirse también en el lugar de las rupturas. Este episodio en casa del fariseo terminará mal: «Cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente».

Pero veamos antes por qué es que termina tan mal. La observación suspicaz del anfitrión da a Jesús la ocasión para una enseñanza contra los fariseos y los escribas. El fariseo se sorprende de que Jesús no respete los rituales de purificación en la mesa, a lo cual Jesús le responde denunciando la “pureza” camuflada, la falsa “justicia” que en realidad es hipocresía.

Jesús demuestra a estas personas bien formadas en las Escrituras cómo su ciencia obstaculiza su conocimiento de la voluntad de Dios.

Veamos las afirmaciones principales de Jesús: 

1. Con relación al ritual les dice: «Ustedes, los fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato; en cambio, el interior de ustedes está lleno de robos y maldad». Todo el ritual que los fariseos hacen para quedar puros puede limpiarlos externamente, pero no ha limpiado lo más importante: el corazón. Ese corazón está lleno de “rapiña y maldad”, es decir, de codicia, de ambición, de egoísmo.  Se puede pensar también que lo que llena los platos durante ese banquete es el fruto de su rapiña.

2. Con relación al sentido de la pureza les dice: «Acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior?» El Dios creador hizo al hombre completo y la integridad del hombre depende de la coherencia entre lo interior y lo exterior. No hay, entonces, ningún motivo para diferenciar lo exterior de lo interior, preocuparse por lo primero descuidando lo segundo. Hay que comenzar con la limpieza interior.

3. Con relación a cómo es que se purifica verdaderamente el corazón les dice: «acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior». Cuando hay amor expresado en generosidad, en solidaridad, en compartir desinteresado, el corazón se purifica de su egoísmo, ambición y codicia. Esta es la obra de Jesús, que toca profundamente la vida de todo discípulo.

La generosidad del corazón, que lo lleva a uno a vivir –como el crucificado– en función de los demás, es el camino de la auténtica pureza interior, que es la que cuenta definitivamente.

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