Los escribas y fariseos discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús

Tiempo Ordinario

Lunes de la XXIII semana

Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo.

Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte ahí en medio”. El hombre se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: “Les voy a hacer una pregunta:

Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús. Palabra del Señor.

¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?” Y después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: “Extiende la mano”. El la extendió y quedó curado.

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Después de haber visto de cerca la misericordia de Jesús con ellos mismos, en la escena de las espigas arrancadas en sábado, los discípulos pasan a un segundo plano y nos encontramos con un pasaje que destaca la increíble misericordia de Jesús con los enfermos. De nuevo Jesús hace una obra prohibida en sábado y, más aún, en la sinagoga, delante del pueblo reunido para celebrar el reposo sabático.  

En el texto que leemos, vemos a Jesús entrar en una sinagoga con la intención clara de “enseñar’. Allí Jesús no aparece leyendo la Biblia ni haciendo un discurso: el contenido de la enseñanza es la curación de un hombre que tiene la mano paralizada. Jesús no solamente enseña con palabras sino también con hechos concretos. La iniciativa proviene de Jesús. El hombre con la deficiencia física no le ha pedido ningún favor, simplemente se enuncia: «Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada».

La enfermedad de este hombre no es grave, no estamos ante una situación desesperada. El hecho de que Jesús se interese por restablecer la mano derecha de este hombre, muestra que para Jesús todas las situaciones en las que las personas se ven limitadas para su bienestar son importantes. Incluso aquellos casos que habitualmente pasan desapercibidos ante la gente.

Jesús conoce los pensamientos e intenciones de sus adversarios. Éstos consideran que Jesús tiene comportamientos heréticos y le montan una pesquisa que el evangelio describe como espionaje: «Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo.» Enseguida se dice que él escruta su interior: «Pero Jesús, conociendo sus intenciones…».

Jesús actúa abiertamente, hace que el hombre se ponga de pie:  «¡Levántate!»; lo invita a colocarse en medio de todos:  «¡Ponte ahí en medio!»; le pide que extienda sus manos:  «¡Extiende tu mano!».  Jesús desafía a sus adversarios. El punto central de la enseñanza de Jesús se descubre en la pregunta que los escribas y fariseos deben responderle «¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella

Notemos el énfasis: el espíritu de la Ley del sábado es “hacer el bien”, lo cual para Jesús es una forma concreta de “salvar una vida”; dejar de hacer el bien –la omisión- es una mala acción, no puede haber un verdadero culto a Dios cuando falta el interés por el prójimo. Jesús no da chance de responder porque la respuesta es obvia; luego confirma su verdad curando la mano del hombre delante de todos. 

La tensión aumenta. Ante la evidencia, los adversarios se ofuscan y comienzan a deliberar entre sí de qué manera se van a deshacer del incómodo profeta. Ahora sabemos que Jesús tiene enemigos; estos, de la crítica pasan a la deliberación del asesinato del profeta. Así en este pasaje se introduce el tema del rechazo de Jesús, pero Él, va mucho más allá. Su libertad profética es mayor, al considerar excepcional cualquier situación de sufrimiento, por pequeña que parezca. 

Los discípulos de Jesús aprenden esta libertad interior que los impulsa a hacer el bien y salvar una vida cada vez que se presente la ocasión. Ellos harán el bien sin ponerse límites. Trabajarán a toda costa por la vida. ¡Es la prioridad del evangelio! 

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