Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.

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Tiempo Ordinario

Viernes de la XXXII semana

Textos

† Del evangelio según san Lucas (17, 26-37)

En aquellos días, Jesús dijo a sus discípulos: “Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre: comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.

Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.

Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente salvar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.

Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada”.

Entonces, los discípulos le dijeron: “¿Dónde sucederá eso, Señor?” Y él les respondió: “Donde hay un cadáver, se juntan los buitres”Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

En el marco de la reflexión sobre los últimos tiempos, Jesús se remite a los acontecimientos de Noé (cf. Gn 6-8) y de Lot con su esposa (cf. Gn 19,24.26) para caracterizar los días del Hijo del hombre. 

Como en tiempos de Noé y de Lot, el diluvio y el fuego, respectivamente, sorprendieron a los hombres, ocupados en comer, beber, casarse, trabajar, también es posible que ahora la venida del Señor nos sorprenda sin estar preparados. 

Es preciso mirar bien a qué se dirige principalmente nuestra atención: comer, beber y darse a la alegría es el proyecto -frustrado por la muerte- del rico necio e insensible. No son las realidades materiales, lo que nos dará la vida; al contrario, tras haber convertido a Dios en la luz de nuestra vida, es preciso renunciar a ellas, sin echar la vista atrás, como hizo la mujer de Lot. 

Jesús afirma: «Quien intente salvar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará». Nótese el matiz linguístico, en el primer caso, salvar tiene el valor de conservar lo que se tiene; en el segundo caso, conservar implica no la conservación, sino la generación de una vida nueva que se produce en la pérdida. 

Hombres y mujeres tienen que estar preparados: «¿dónde?», donde cada uno se encuentre, porque allí donde cada uno desarrolla su vida, allí le visita el Señor. 


[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año.12., 329-330.

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