Llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó.

Tiempo Ordinario

Sábado de la XVI semana

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó.

Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo?

¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’.

Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’ ”. Palabra del Señor.

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El propietario del campo de la parábola tiene un comportamiento totalmente singular. Se da cuenta de que un enemigo ha sembrado cizaña allí donde él había sembrado semilla buena. No obstante, cuando los siervos le refieren lo sucedido, él les impide cortar la hierba desde el inicio. ¿Por qué aquel propietario frena el celo de los que, al fin y al cabo, solo quieren defender su hacienda? Esta pregunta nos hace entrar en el misterio abismal del amor de Dios, que es más grande que nuestras lógicas. 

Podríamos decir que con esta parábola empieza la historia de la tolerancia cristiana, porque corta de raíz la hierba mala -esta sí, realmente mala- del maniqueísmo, de toda distinción entre buenos y malos, entre justos e injustos. Contiene no solo la invitación a una tolerancia ilimitada, sino incluso al respeto por el enemigo, incluso si se trata de un enemigo no solo personal sino de la causa más justa y más santa, de Dios, de la justicia, de la nación o de la libertad. 

Sigue siendo un misterio aquel enemigo que, mientras todos dormían, siembra entre el trigo la división, la hierba inútil y ahoga la buena. Es el misterio del mal al que no hay que responder con otro mal, sino con la fuerza de la esperanza, protegiendo el trigo. También es un desafío a vigilar con mayor atención para no dormirnos mientras continúan sembrando cizaña. 

La decisión del propietario, tan alejada de nuestra lógica y de nuestros comportamientos, sienta las bases de una cultura de la paz. Hoy, mientras proliferan trágicos conflictos, esta parábola evangélica es una invitación al encuentro y al diálogo. Dicha actitud no es signo de debilidad ni de cesión, pues no se trata de tolerar el mal sino de no matar a los pecadores. El Señor concede a todos los hombres la posibilidad de bajar hasta lo más profundo de su corazón para encontrar la huella de Dios y de su justicia y cambiar de vida. 


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 294-295.

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