Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón

Octava de Pascua

Sábado

Textos

† Del evangelio según san Marcos (16, 9-15)

Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; pero cuando la oyeron decir que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.

Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado. Jesús les dijo entonces: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

La liturgia de la Iglesia nos anuncia una vez más la aparición de Jesús resucitado a María Magdalena, según la narración del evangelista Marcos. 

María Magdalena, a quien Jesús había liberado de siete demonios, también para el segundo evangelista es la «primera» anunciadora de la resurrección. Ella, «que ha amado mucho» y que por ello mucho le ha sido perdonado, recibe el privilegio de ser la primera discípula del Resucitado y la primera a quien se confía la tarea de anunciar a los discípulos el Evangelio de la resurrección. Los apóstoles no la creen; son aún esclavos de la mentalidad de este mundo y sobre todo de su olvido. 

No es suficiente estar «tristes y llorosos» para amar a Jesús; es decir, no es suficiente con nuestros sentimientos personales, nuestros pensamientos, nuestras consideraciones, lo que cuenta es escuchar a otro que habla en nombre de Jesús. La humildad, que es la puerta para acceder a la fe, exige escucha, o sea, estar atentos a algo que no es nuestro y que viene de lo Alto. He aquí la voz de una mujer que ha visto al Señor resucitado. Jesús, desde el primer momento de la resurrección, se sirve de la debilidad de esta mujer para confundir la presunción de los discípulos. La tradición bizantina, con una gran sabiduría espiritual, llama a María Magdalena «apóstol de los apóstoles». 

Luego el evangelista retoma, aunque en pocas líneas, el encuentro de Jesús con los dos discípulos de Emaús y reitera que aún no se había aparecido a los apóstoles, es decir, a quienes había puesto al frente de su Iglesia. Una vez más los apóstoles no quieren creer a los dos discípulos que narran lo que les había sucedido. El evangelista parece querer subrayar la dificultad en creer en la resurrección desde el comienzo de la Iglesia, desde el primer día y por parte de los apóstoles, de aquellos sobre quienes se debe fundar la Iglesia. Pero las dificultades y la incredulidad de los apóstoles para creer en la resurrección, no pueden frenar la prisa por anunciar a todos la victoria de Jesús sobre la muerte. 

Aquí hay una mujer y dos discípulos anónimos que sin tardar van enseguida a comunicar lo que han visto y oído. Esta página del Evangelio nos sugiere que a cada discípulo individualmente se le confía la tarea de comunicar la resurrección de Jesús, su victoria sobre el mal y sobre la muerte. No es casualidad que los primeros anunciadores del Evangelio de Pascua no hayan sido los apóstoles sino una mujer y dos discípulos anónimos. La conclusión de la narración abre la mirada sobre la Iglesia entera (sobre los Once a quienes Jesús reprende por su incredulidad, y también sobre los demás discípulos) enviada a comunicar el Evangelio de la Pascua hasta los confines del mundo para que cada criatura sea abrazada por su fuerza liberadora. 


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 166-167

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