Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos

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Viernes de la XXX semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos (9, 1-5)

Hermanos: Les hablo con toda verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me atestigua, con la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza y un dolor incesante tortura mi corazón. 

Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos, los de mi raza y de mi sangre, los israelitas, a quienes pertenecen la adopción filial , la gloria, la alianza, la ley, el culto, las promesas. Ellos son descendientes de los patriarcas; y de su raza, según la carne, nació Cristo, el cual está por encima de todo y es Dios bnedito por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

El apóstol, después de haber hablado de la manifestación de la justicia de Dios que justifica al creyente y lo hace capaz de vivir según el Espíritu, dirige ahora su atención al pueblo de Israel y al misterio de su historia. Se siente profundamente vinculado a la historia del pueblo que Dios eligió ya en tiempos de Abrahán. Y se pregunta con profunda angustia qué será de este pueblo si la salvación depende de Jesucristo y no de la ley.

Es evidente que el apóstol se siente una fuerte amargura porque sus antiguos hermanos en la carne no llegan a gozar de la nueva alianza que estableció Jesús: «Siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues  desearía ser yo mismo maldito, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne. Son Israelita; de ellos es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas».

Aún más, añade Pablo: «De ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos». El pueblo de la primera alianza se ha dejado sorprender -afirma- por la presunción de poseer el favor de Dios mediante de la ley. Aun así -y aquí el apóstol toca el misterio de la fidelidad de Dios-, «no ha fallado la Palabra la Palabra de Dios». 

El apóstol se plantea el problema de quién es el verdadero Israel. Y afirma que no todos los descendientes de Israel lo son. Para ser hijo de Dios no basta la desendencia de la carne y de la sangre, sino la adhesión del corazón al Evangelio de Cristo. 

Solo la fe, es decir, la adhesión libre y total de nuestro corazón a Dios nos libra de la esclavitud de la carne, para hacernos partípes de la salvación. Por eso también los discípulos de Jesús deben guardarse de pertenecer de manera exterior, individual y ritual a la comunidad de creyentes. Solo la fe marcada por el amor salva.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 382-383.

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