Genealogía de Jesucristo

Ferias mayores de Adviento

17 de diciembre

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David.

David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce. Palabra del Señor.

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A partir de hoy iniciamos la segunda etapa del camino del adviento que va del 17 al 24 de diciembre, es el camino de las ferias privilegiadas o mayores en el que leeremos textos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento que nos permitirán seguir paso a paso los eventos relacionados directamente con el nacimiento de Jesús.

Para las personas que viven en Oriente es muy importante saber quienes son sus ascendientes. Quien no conoce su genealogía o árbol familiar, es una persona perdida en el mundo. La familia y la tribu a la que se pertenece es una referencia importante para construir la propia identidad.

El pasaje que leemos hoy, de la genealogía de Jesús, ubica su identidad en cuanto Mesías, en medio de su pueblo. Jesús no “cayó” del cielo, más bien se insertó dentro de la historia humana que es una historia de familias.  En el camino de preparación a la Navidad lo primero que hacemos es situar a Jesús en medio de su pueblo, en el amplio contexto histórico al que pertenece.

El texto puede parecer monótono, es como un tejido, hilvanado por la expresión “tal engendró a tal persona” que se repite 39 veces, pero bordado con acentos que dan colorido a la lectura.

Al leer despacio la genealogía se descubre que está hecha de generaciones, de personas concretas con destinos concretos, de conexiones y de sucesos, algunos que son irregulares, como acontece en toda historia humana.

Por ejemplo, llama la atención la presencia de algunas mujeres, algo que nos habitual en este tipo de genealogías, y en los cuatro casos, la historia personal de las mujeres tiene algo que decir: Tamar era la nuera incestuosa de Judá; Rajab era prostituta en Jericó; Ruth era una extranjera y la mujer de Urías es la persona con la que David tuvo un adulterio. Vemos así que la genealogía no presenta una historia familia idealizada.

Todo se comprende mejor al llegar al final de la lista. El Mesías corona la lista de generaciones y personas, sana la historia familiar de su pueblo. Él brota de una historia familiar y de la historia de un pueblo en las que no falta algún que otro pecado, pero surge en esas historias como Salvador.

El evangelio inicia presentando los orígenes de Jesús, el Mesías. A través de la larga historia del pueblo de Israel, Jesús se conecta con David y con Abraham, del rey del que parte la dinastía y el patriarca que está al origen del mismo pueblo. 

La lista de los antepasados de Jesús tiene su raíz en Abraham, ya que se trata del origen de un pueblo que ha sido formado por Dios, que nació de la fe en la promesa del Señor. 

Con el llamado de Dios a Abraham comenzó un nuevo caminar histórico de Dios en la historia de la humanidad y por medio de él bendijo a todas las naciones de la tierra. Jesús es el hijo de Abraham en quien se realiza la promesa de la bendición. Enseguida sigue una lista de catorce generaciones. El número catorce es el resultado de sumar dos veces siete y el siete es el número de la plenitud. Es como si el evangelio nos dijera que el primer ciclo, el que desciende directamente de Abraham se abrió y se cerró cuando alcanzó la plenitud en el plan de Dios.

El segundo ciclo de la genealogía toma impulso a partir del rey David. Comienza con él la genealogía de los reyes. La conexión no es extraña porque Jesús es confesado por el evangelio como “ el Cristo”, que significa “ungido”. El término Cristo tiene que ver con una de las designaciones del rey de Israel. Esto no quiere decir que Jesús sea cualquier tipo de rey.

Dios había hecho una promesa a David, que su casa y su reino permanecerían para siempre. Esta promesa se realiza en Jesús, hijo de David. Jesús, entonces, es el último y definitivo Rey y Pastor del pueblo de Israel, es el prometido y enviado por Dios, es el esperado por el pueblo.

Un tercer ciclo se abre a partir del exilio de Babilonia y culmina con Jesús. Para llegar a Jesús la genealogía nos ofrece pues tres pequeños listados, cada uno con 14 generaciones.  Con Jesús inicia la plenitud de los tiempos.

La historia de Jesús no es un caos, sino una serie de acontecimientos dispuestos por Dios. El curso de esta historia ha sido querido por Dios y Él mismo la ha orientado hasta su culminación en el Mesías. Por lo tanto, toda la historia tiene sentido en Jesús de Nazaret, todo lo que le precede prepara su llegada y con su llegada inicia el tiempo de la plenitud, el tiempo del cumplimiento. Jesús es el punto culminante del actuar de Dios con su pueblo.

La serie de generaciones de la genealogía no se interrumpió de improviso en la persona de Jesús. No se dice “José engendró a Jesús”, sino «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo». José es el esposo de María, pero no el padre carnal de Jesús. Por tanto, la genealogía termina con un enigma: ¿de dónde viene Jesús, si no es el hijo de José? El enigma se resuelve con el texto que se lee el día de mañana.

Dios realiza sus promesas en Jesús. Lo que inició con Abraham, Dios lo ha llevado a término con Jesús, quien es presentado profundamente enraizado en la historia de Dios con su pueblo. De este pueblo recibe Jesús la carne en la que quedan asumidos y redimidos todos los pecados de esta historia. La larga búsqueda y espera del pueblo que progresivamente fue comprendiendo el plan de Dios descansan en Jesucristo que es su fin y cumplimiento.


[1] Oñoro F. Los orígenes de Jesús (I): en la historia de la salvación. Mateo 1, 1-17. CELAM/CEBIPAL.

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