Estuve privado de la vista 

Tiempo ordinario

Martes de la XIX semana

Textos

Del libro de Tobías (2, 9-14)

Aquella noche, después de enterrar el cadáver, me bañé, salí al patio de mi casa y me quedé dormido junto a la pared, con la cara descubierta, pues hacía calor.

Yo no sabía que arriba, en la pared, había unos pájaros.

Su estiércol caliente me cayó en los ojos y se me formaron unas manchas blancas.

Consulté a los médicos para que me curaran, pero mientras más ungüentos me aplicaban, las manchas se extendían más sobre mis ojos, hasta que me quedé completamente ciego.

Estuve privado de la vista durante cuatro años, y todos mis hermanos estaban afligidos. Ajicar se hizo cargo de mí durante dos años, hasta que se fue a Elimaida.

Entonces mi esposa Ana se puso a hacer sobre pedido tejidos de lana, que luego entregaba a sus dueños y ellos le pagaban.

Un día, el siete del mes doce, al terminar ella un trabajo, lo entregó a los dueños, quienes, además de darle su paga íntegra, le regalaron un cabrito.

Al llegar a mi casa el cabrito, comenzó a balar, y yo, al oírlo, llamé a Ana y le pregunté: “¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿No será robado? Devuélveselo a sus dueños, porque nosotros no podemos comer nada robado”.

Entonces ella me respondió: “Es un regalo que me hicieron, además de mi paga”.

Pero yo no le creí y le dije que lo devolviera a sus dueños y me enojé con ella por ese motivo.

Entonces ella me replicó: “¿De qué te han servido tus limosnas? ¿De qué te han servido tus buenas obras?

¡Dímelo tú, que todo lo sabes!” Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

En la tercera desgracia que sufre Tobit, tras haber perdido los bienes y tras la tristeza de la fiesta de Pentecostés. A causa de los excrementos de pájaros, que le caen en los ojos desde el nido bajo el que se había dormido, queda ciego en poco tiempo. Los tratamientos de los médicos no sirven.

Como sucede en el libro de Job (Jb 2,9), también en este caso se destacan las reacciones negativas de la esposa, de cuyo trabajo depende Tobit. Y él, afectado por aquella desgracia, muestra todos sus límites reaccionando de manera excesiva ante el cabrito que su esposa había conseguido para la Pascua.

Y también es excesiva la reacción de su esposa, que manifiesta poca religiosidad: «¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? ¡Ahora se ve todo bien claro!». De ese modo su esposa se sitúa en una línea similar a la de los amigos de Job: ¿De qué han servido las buenas obras que ha hecho, puesto que parece que recibe lo contrario como recompensa? ¿Acaso Tobit, al igual que Job, no ha cometido seguramente alguna ofensa grave?

Surgen muchas más preguntas. Para el creyente del Primer Testamento, uno de los problemas más graves para los que no había respuesta era el sufrimiento de los justos. En realidad, también a nosotros nos puede parecer un misterio inexplicable: ¿Por qué sufre el justo? ¿Acaso el Señor lo ha abandonado y lo ha dejado a merced del mal? ¿Cómo se puede seguir teniendo esperanza en Dios?

Esta es la cuestión en torno a la que gira este episodio que narra Tobit, que busca la comprensión de su esposa, pero no la recibe. Se encuentra solo ante Dios, solo con su desgracia. Pero incluso en una situación dolorosa el creyente puede encontrar un nuevo impulso y confiar su vida a las manos de Dios. Así Tobit, en aquel escenario de dolor, encuentra la fuerza para elevar su súplica a Dios.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 228-229.

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