Eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto?

Pascua

Martes de la II semana

Textos

† Del evangelio según san Juan (3, 7-15)

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que renacer de lo alto’.

El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu”.

Nicodemo le preguntó entonces: “¿Cómo puede ser esto?” Jesús le respondió: “Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.

Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo.

Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

El Señor continúa su diálogo con Nicodemo. Se subraya la centralidad, en la vida del discípulo, de nacer de nuevo, nacer de lo alto, por obra del Espíritu. 

La acción del Espíritu es acción es fuerte y misteriosa, como la acción del viento: no se sabe de dónde viene ni a dónde va. La palabra griega «pneuma» se refiere tanto al viento como a la palabra inspirada en los profetas por el Espíritu de Dios. Este doble sentido permite al evangelista resaltar que la acción del Espíritu es «voz», o sea, palabra, anuncio, y a la vez «viento», es decir, fuerza, movimiento. Tocamos en este horizonte el corazón del Evangelio según san Juan, es decir, la acción misteriosa del Espíritu que lleva a creer en Jesús y por tanto a la salvación. 

Nicodemo está atento a las palabras de aquel joven maestro y, sorprendido, le presenta todo su escepticismo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús responde con ironía inicialmente: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?». Es una manera pedagógica de Jesús para ayudarle a eliminar ese orgullo resignado que empaña los ojos de adulto y sabio de Nicodemo y no le permite ver con claridad la novedad de Dios. 

También nosotros sabemos bien en qué medida nuestra supuesta sabiduría está marcada a menudo por la resignación: no logramos creer en el Evangelio que nos pide que miremos más allá de nuestros horizontes habituales, considerados inmutables, a pesar de las desilusiones y los fracasos de los que están repletas nuestras vidas. Para Jesús no es así. Su sabiduría es mucho más amplia que la nuestra porque es la de Dios que sabe mirar a toda la humanidad con amor sin límites. Por esto tenemos que frecuentar las páginas del Evangelio para tener los mismos ojos de Dios. 

El Evangelio nos abrirá los ojos sobre nosotros mismos, los demás y el mundo, porque relata la mirada y las palabras de Jesús. Dice a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre». Le revela así quién es el que está delante de él y por qué le habla de esa manera: es el único que ha visto al Padre. Y en este punto, Jesús responde a la pregunta de Nicodemo sobre cómo se puede volver a nacer a una nueva vida. 

Volver a nacer en el Espíritu es por medio de la cruz, a través de aquel amor sin límites que lleva a Jesús a ofrecer su propia vida para salvar a los demás y al Padre a resucitarle de la muerte. La cruz, con su carga de amor vivido con una tenacidad más fuerte que la muerte, es el fundamento concreto sobre el que Jesús nos propone volver a nacer. Acercándonos a él bajo la cruz entenderemos la grandeza de aquel amor que le hizo abrazar la muerte para salvarnos del mal y concedemos una vida que no se acaba.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 170-171.

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