Navidad
La Natividad del Señor
Textos
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas (2, 1-14)
Por aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto, que ordenaba un censo de todo el imperio. Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno en su propia ciudad; así es que también José, perteneciente a la casa y familia de David, se dirigió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, llamada Belén, para empadronarse, juntamente con María, su esposa, que estaba encinta.
Mientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios los envolvió con su luz y se llenaron de temor.
El ángel les dijo: “No teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”.
De pronto se le unió al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!” Palabra del Señor.
Voz: Marco Antonio Reyes Fernández
Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
Lucas es el evangelista que narra el nacimiento de Jesús; su relato gira entorno al mensaje central: el salvador prometido por Dios está presente aquí y ahora, su venida se ubica en la historia y tiene significado para ella.
Jesús entra en la historia universal
José y María viajan a Belén presionados por el edicto del emperador romano Augusto; de esa manera, y por una providencia histórica, el nacimiento de Jesús se realiza en la ciudad de David, lo que inmediatamente lleva a pensar en el cumplimiento de la promesa mesiánica.
La mención de personas como el emperador Augusto, el gobernador Quirino y de eventos conocidos por todos, como el censo, el viaje a la ciudad de origen, indican que el Mesías vino al mundo en un momento concreto de la historia universal. Así confluyen la historia humana y la historia de la salvación. Sin embargo, la referencia al contexto histórico preciso no es circunstancial; el evangelista establece un contraste que el lector del evangelio debe desentrañar e interpretar.
El emperador Augusto, mencionado al inicio de la narración es el dominador del mundo, el que tiene sometida políticamente a Palestina; a él se le han dado los títulos de “príncipe de la paz”, “salvador del pueblo”, “garante del orden y bienestar”. En el evangelio de Lucas los títulos que el recién nacido recibe el día de su nacimiento son: Salvador, Mesías, Señor, portador de la paz. No es una coincidencia que sean los mismos del emperador. De entrada el evangelio hace una opción, señalando a quien reconoce como rey y señor.
Jesús nace en la humildad
El evangelista se preocupa por describir las circunstancias del nacimiento. Jesús comienza su camino en la tierra en debilidad y pobreza. El alumbramiento se da en las condiciones más precarias: María y José son pobres, se las arreglan como pueden e improvisan una cuna. Estaban en una casa en la que no encontraron lugar para hospedarse y se vieron obligados a pernoctar en donde se resguardan los animales; la cuna del niño será el pesebre donde estos comen.
Jesús nace sin tener un lugar digno para reclinar su cabeza, sólo tiene a su madre quien lo cuida y lo protege: «lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre». Lucas se detiene en esta escena y subraya los gestos del amor maternal de María, que se convertirán en señal para reconocer al Mesías.
El anuncio del nacimiento
El nacimiento de Jesús es anunciado con solemnidad. El esplendor de la luz de la gloria celestial envuelve la noche se escucha el pregón del Ángel; los destinatarios de su anuncio son los pastores, que representan al mundo pobre y marginado. El Ángel los invita a la alegría desbordante y anuncia que se trata del nacimiento de Jesús, quien es el “Salvador”, “Mesías” y “Señor”. Esa es la gran dignidad del recién nacido.
Jesús es el Salvador. Es un título que sólo encontramos en este evangelio. Quiere decir que la obra que Jesús viene a realizar tiene como resultado la “salvación”. Ser salvador es en el antiguo testamento un atributo de Dios, aunque también se denominaba así a otros personajes tales como dioses, filósofos, estadistas y reyes. Jesús se distingue claramente de los mal llamados “salvadores” de su época y realiza plenamente el atributo de Dios. Con este título reconocemos a Jesús como liberador que rescata a los seres humanos del mal, sea físico, político, cósmico o moral.
Jesús es el Mesías (Cristo). Quiere decir que Jesús es el “ungido” de Dios que se dedica al servicio, la protección y la liberación del pueblo. Como tal, es el esperado. En tiempos de Jesús los distintos grupos religiosos se imaginaban al Mesías de manera distinta: unos lo esperaban como “rey” semejante a David, otros como un “sacerdote”, otros como sacerdote y rey al mismo tiempo. Por es el título era ambiguo. Sólo después de su muerte se va a clarificar el significado de este título: «Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras…» (1 Cor 15,3)
En el evangelio, san Lucas nos mostrará como el mismo Jesús va dejando conocer poco a poco que Él es el Mesías sufriente, que va a la gloria pasando por la muerte. Sus seguidores se van a identificar de tal manera que tomarán su mismo título: «cristianos» (Hech 11,26)
Jesús es el Señor. El nombre más común de Dios en el antiguo testamento, Yahvé fue traducido al griego como “Kyrios” que en español se dice “Señor”. Por eso llamar a Jesús Señor es equipararlo a Yahvé. Sin embargo, ni él mismo ni los primeros cristianos lo confundieron con el Abbá-Padre. En el mundo grecorromano en el que fue proclamado el evangelio, este titulo se le aplicaba al emperador y a otros grandes personajes divinizados. En los escritos de san Lucas el título de “Señor” es el que mejor expresa la dignidad de Jesús como resucitado.
El pregón del nacimiento
Es himno cantado por los ángeles que proclama el significado de este nacimiento tanto para Dios como para la humanidad.
El nacimiento de Jesús da gloria a Dios. La venida de Jesús es una iniciativa del amor misericordioso del Señor por medio de ella Dios se glorifica a si mismo dándose a conocer como Dios salvador.
El nacimiento de Jesús trae “paz a los hombres”. La paz es el regalo de Dios para la humanidad: a través de Jesús, Dios concede su paz a todos los hombres. Se trata de una paz que se fundamenta en la “complacencia”, en el amor de Dios.
En contraposición con el engaño del emperador Augusto, que ofrecía una paz basada en el dominio militar, Jesús viene como verdadero príncipe de la paz y quien lo recibe en su humildad de niño en el pesebre, recibe por medio de Él el amor definitivo y total de Dios que transforma completamente la vida y la hace don para los demás, fermento de justicia en la comunidad y en el mundo entero.
Conclusión
El evangelio parece invitarnos a incluirnos en la escena que contemplamos, a alegrarnos con el nacimiento del Niño Jesús que con su presencia nos dice que somos amados tal cual somos, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras debilidades. Nos hace pregoneros como los pastores del gran anuncio: «hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor».
[1] Oñoro, F. , Dios en la fragilidad y pequeñez de un recién nacido: Lucas 2, 1-14. CEBIPAL/CELAM.