Martes de la I semana
Textos
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías (11, 1-10)
En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios.
No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío.
Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey.
El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo, porque así como las aguas colman el mar, así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada. Palabra de Dios.
Mensaje[1]
La visión profética que leemos hoy plantea la posibilidad de un mundo distinto en el que a los viejos e irreconciliables enemigos se les ve hacer amistad, y a cultivar una sana y fructífera convivencia. Es el gran ideal de la reconciliación, de la paz definitiva, de la humanidad querida por Dios.
Este sueño es una de las realizaciones del Mesías, lo dice Isaías: «brotará un renuevo del tronco de Jesé». En él retoña como un árbol después de mucho tiempo de sequía una nueva humanidad. En el Mesías, Dios retoma desde la raíz su proyecto sobre el mundo. La venida del Mesías devuelve la esperanza de un mundo sin guerras y de un nuevo proyecto de humanidad.
¿Cómo se realizará esto? Isaías nos lo dice: «No harán daño ni estrago por todo mi monte santo», desde el monte consagrado por la presencia de Dios, en comunión con Él, se ve cómo hace surgir el mundo nuevo que no alcanzamos a vislumbrar por la estrechez de nuestros horizontes.
Desde la altura, es decir, desde Dios, es posible contemplar las maravillas que Dios realiza con el surgimiento de un retoño, sobre el que se posa el Espíritu del Señor, haciéndolo surgir como un líder íntegro y justo, que mediante la justicia conseguirá la paz, acabando con la violencia, convirtiéndose así en “bandera” de todos los pueblos. Veámoslo detalladamente
Del tronco de Jesé brota un retoño.
Sobre la tierra semiárida de Palestina, hay una transformación del paisaje de la creación y de la humanidad: «brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz». La promesa de Dios da vida al tronco de la historia de la salvación. Los orígenes del Mesías, descendiente de David son humildes, pero en él actúa Dios. El viejo árbol no ha muerto; la vida de Dios está en él, no ha muerto aunque no se note y Dios la vuelve a manifestar.
El Espíritu se posa sobre el retoño de David.
Desde los cuatro puntos cardinales soplan los vientos dando vitalidad al retoño: «Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios». Es el espíritu que hizo posible la creación y que hizo surgir líderes para Israel. El Espíritu del Señor es Espíritu de sabiduría e inteligencia, que da al mesías la capacidad de percibir la realidad como Dios la ve, con mirada de justicia u de verdad; es Espíritu de consejo y fortaleza, que se relaciona con el criterio para el buen gobierno y con el valor para emprender las acciones propias de su responsabilidad, ya que no es suficiente ver lo que hay que hacer sino que es necesario, ante todo, ponerse en acción sacando adelante los proyectos; es Espíritu de conocimiento y de temor del Señor, que propicia una actitud de profunda humidad ante Dios porque es el Señor quien verdaderamente lo sabe y lo puede todo.
Surge un líder íntegro y justo
Con la vitalidad del Espíritu el retoño surge vigoroso, cómo un líder íntegro para hacer justicia a los pobres de la tierra: «No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío. Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura». Cuando entra en acción, el Mesías se pone del lado del desprotegido, de aquél a quien le son negados sus derechos. Sus criterios de juicio no son las habladurías. Él, con la fuerza de su palabra pondrá en evidencia al culpable y hará justicia poniendo en su lugar a quienes hacen imposible la paz, a quienes generan división y discriminación porque actúan siempre privilegiando sus propios intereses. Cuando lo logra se reviste con las insignias reales de la justicia y de la verdad.
Se instaura un nuevo estilo de vida: la no-violencia
La justicia genera paz y reconciliación entre quienes en la tierra son irreconciliables: «Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey». Este nievo estilo de ida ya no depende del impulso natural o de la venganza o dominio sobre el otro, sino de una fuerza interna que lleva a respetar y a amar promoviendo la vida, se simboliza con la reconciliación de los animales salvajes con los animales domésticos. Se anuncia la reconciliación del mundo, entre los animales, entre los hombres y con Dios: «así está lleno el país de la ciencia del Señor».
El Mesías es la “bandera” de los pueblos
Además del monte Sion, el vástago se vuelve estandarte que responde a las búsquedas de todos los hombres de la tierra: «Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada». La profecía no pierde de vista la persona del Mesías. El tronco de Jesé retoñado aparece visible, como una bandera. Junto al Mesías, los pueblos no combaten entre si, sino que se unen a la única batalla que vale la pena librar juntos: la promoción de la vida y de la fraternidad. Los paganos que buscaban a Dios en lo alto del monte Sion, ahora lo buscan en el sucesor de David. La mirada gloriosa del Mesías es el punto de encuentro de todas las naciones que buscan a Dios y a su justicia. Sólo en Dios se encuentra reposo, se realizan y alcanzan plenitud todos los proyectos humanos.
La profecía se realiza en Jesús
Jesús es el Mesías que realiza lo anunciado por el profeta. Lo reconocemos porque sobre él se posa el Espíritu Santo con el don del gozo y del conocimiento de Dios. Los pequeños en su sencillez se abren ante la Palabra que trasmite el “conocimiento” de “quién es el Padre” y “quién es el Hijo”; la Palabra les llega por boca de los predicadores.
En la Buena Nueva de Jesús se realiza lo que el profeta Isaías anunció pero no vio y lo que los gobernantes de la tierra quisieron lograr pero no consiguieron.
[1] Oñoro, F., Segunda realidad mesiánica: el Mesías que viene, CELAM/CEBIPAL.