Tiempo Ordinario
Sábado de la XXVII semana
Textos
Del libro del profeta Joel (4, 12-21)
“Que se levanten las naciones y acudan al valle de Josafat: allí me sentaré a juzgar a las naciones vecinas. Empuñen las hoces, porque ya la mies está madura; vengan a pisar las uvas, porque ya está lleno el lagar, ya las cubas están rebosantes de sus maldades.
Multitudes y multitudes se reúnen en el valle del juicio, porque está cerca el día del Señor. El sol y la luna se oscurecen, las estrellas retiran su resplandor. El Señor ruge desde Sión, desde Jerusalén levanta su voz; tiemblan los cielos y la tierra.
Pero el Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel. Entonces sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que habito en Sión, mi monte santo.
Jerusalén será santa y ya no pasarán por ella los extranjeros.
Aquel día los montes destilarán vino y de las colinas manará leche. Los ríos de Judá irán llenos de agua y brotará un manantial del templo del Señor, que regará el valle de las Acacias.
Egipto se volverá un desierto y Edom una árida estepa, porque oprimieron a los hijos de Judá y derramaron sangre inocente en su país. En cambio, Judá estará habitada para siempre, y Jerusalén, por todos los siglos. Vengaré su sangre, no quedarán impunes los que la derramaron, y yo, el Señor, habitaré en Sión”. Palabra de Dios.
Mensaje[1]
El profeta anuncia la inminencia del día del Señor: «Empuñen las hoces, porque ya la mies está madura». Con estas palabras el profeta quiere hablar del tiempo de la decisión, del momento del juicio último. Pero en realidad este tiempo ya ha llegado, es nuestro tiempo.
Por eso no podemos vivir la fe de manera automática, como si todo estuviera bien y pudiéramos estar tranquilos. La fe en el Señor de la Biblia, especialmente la fe cristiana, también es decisión, lucha contra el maligno, guerra contra el demonio que es espíritu de división, pero sobre todo es esperar la llegada definitiva del Señor.
Jesús también había dicho: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan». Estas palabras no son, evidentemente, una invitación a la violencia, sino tener en cuenta que ser cristiano comporta un sufrimiento y una lucha, sobre todo contra uno mismo.
El enfrentamiento decisivo entre el espíritu de Jesús y el espíritu del demonio se produce en el corazón de cada uno de nosotros. Los discípulos de Jesús ya no pueden aplazar más la decisión de seguir o no el evangelio. Es decir, ya no podemos aplazar más la decisión de seguir a Jesús. hemos llegado al final de los tiempos. Y es urgente decidir si vamos a gastar nuestra vida por el Señor.
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 360-362.