El Señor instituyó jueces, pero los israelitas ni a ellos quisieron escuchar

Tiempo ordinario

Lunes de la XX semana

Textos

Del libro de los Jueces (2, 11-19)

En aquellos días, los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor, dando culto a los ídolos.

Abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor, los adoraron y provocaron la ira del Señor; abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y Astarté.

Entonces el Señor se encolerizó contra Israel.

Los puso en manos de salteadores, que los despojaron, y los entregó a unos enemigos, que los rodeaban y a quienes no pudieron ya hacerles frente.

En todas sus campañas la mano del Señor intervenía contra ellos para castigarlos, como el Señor se lo había dicho y jurado, y los puso en una situación desesperada.

Entonces el Señor instituyó jueces, que salvaron a los israelitas de quienes los saqueaban, pero ellos tampoco escucharon a los jueces: se prostituyeron, dando culto y adorando a otros dioses; se desviaron muy pronto de la conducta de sus padres, que habían cumplido los mandamientos del Señor, y no los imitaron.

Cuando el Señor les instituyó jueces, él estaba con el juez y los salvaba de sus enemigos, pues se conmovía ante los gemidos que proferían bajo el yugo de sus opresores.

Pero, cuando moría el juez, volvían a caer y se portaban todavía peor que sus padres: seguían a otros dioses, les daban culto, los adoraban y volvían a sus prácticas y a su conducta obstinada. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

El libro de Jueces continúa con el libro de Josué. Ambos textos presentan muchos paralelismos, pero también un profundo contraste: tras la prosperidad del tiempo de Josué llegan momentos de desgracia, de llanto y de culpa provocados por la traición de Israel con los dioses cananeos. 

Este pasaje presenta un resumen de los que en todo el periodo de los jueces le pasa al pueblo de Israel: ante el pecado de traición del pueblo, Dios responde con el castigo y luego interviene enviando a un nuevo juez. Cuando cesa la idolatría, el pueblo puede recuperar la paz y cuando la idolatría vuelve, entonces la violencia y la muerte se apoderan nuevamente de Israel. 

La idolatría siempre genera muerte. Solo el Señor es Dios de vida. Cada vez que los hombres ponen el dinero, el poder, su propio yo, el éxito, el beneficio, o la etnia, la nación o cualquier otra criatura en el lugar de Dios, caen en la espiral de la violencia que solo lleva a la destrucción.

Todos sabemos que es muy fácil olvidar al Señor y lo que él ha hecho por nosotros. El Señor, que es fiel a su pacto, un padre, un pastor, un profeta, un hermano mayor que nos guía y nos hace comprender cuáles son sus caminos. 

El juez no habla de sí mismo o por iniciativa personal, sino en nombre de Dios. Y pasó que Israel, escuchando las palabras del «juez», es decir, siguiendo al Señor y actuando de acuerdo con su Palabra, se convirtió en un pueblo fuerte, capaz de convivir serenamente con los demás pueblos vecinos. Por eso no teme la amenaza de quienes tienen una fe distinta, porque está bien arraigado en la fe de los Padres.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 304-305.

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