El que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él

Tiempo Ordinario

Sábado de la VII semana

En aquel tiempo, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo. 

Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. 

Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos. Palabra del Señor.

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Marcos nos regala escenas ricas en ternura humana, como ésta de los niños. La presencia de niños escuchando a Jesús es un hecho conocido. Con ocasión de la multiplicación de los panes se menciona también la presencia de niños que le seguían desde hacía tiempo, hasta que llega la noche. Cabe pensar que son niños que acompañan a sus padres, dado que la escucha de la Palabra de Jesús es un hecho que corresponde, eminentemente, a los adultos. 

Probablemente son los mismos padres los que intentan acercar sus hijos a Jesús «para que los tocara». Su intento queda frustrado por los discípulos, que, al menos así lo pensamos, actúan de buena fe, llevados por el deseo de garantizar al Maestro un poco de tranquilidad, pues los niños, como es sabe, son alborotadores y crean confusión. La reacción de Jesús es fuerte, indignada. Por un lado, es una manera vigorosa de desaprobar y, por otro, una invitación a reconsiderar la figura del niño. La sensibilidad judía había producido ya el salmo 131, donde el niño es imagen de aquel que confía y se abandona a Dios. Sin embargo, llegar a establecer el valor del niño colocándolo en el centro del interés o incluso como modelo es un dato que trasciende la mentalidad de la época, que no reconocía al niño personalidad jurídica y lo consideraba como propiedad de la familia y, sobre todo, del padre. 

Jesús da un vuelco a valores consolidados, rompe esquema atávicos y acoge a los niños. Este hecho, de una gran riqueza desde el punto de vista humano, se colorea teológicamente con la motivación «porque el Reino de Dios es de los que son como ellos». Jesús los eleva a modelo de vida. ¿Por qué? Porque el niño adolece de la arrogancia que caracteriza al adulto, no pretende actuar por sí solo, dado que siente como urgente e indispensable la presencia de alguien que esté cerca de él y le dé seguridad. Le falta también la aspiración a la preeminencia y a los honores y sobre todo, la inocencia, que le permite confiar sin reservas en las personas, particularmenten su padre y en su madre. 

El niño es la personificación del «pobre», a quien está reservada la primera bienaventuranza y a quien se garantiza la posesión del Reino de Dios. El texto concluye con una afirmación certera, solemne, introducida por la fórmula «les aseguro que»: Jesús declara que es preciso estar dotado del ánimo de los niños para tener acceso al Reino de Dios. 

El fragmento se cierra con otro gesto de ternura por parte de Jesús: el de abrazar a los niños, porque reconoce y aprecia un valor que los apóstoles difícilmente consiguen percibir aún. No hay que olvidar que para abrazar a un niño es necesario inclinarse, ponerse a su nivel, es gesto es simbólico, con profundo contenido para los evangelizadores de todos los tiempos. 


[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. 9., 355-356.

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