Tiempo Ordinario
Lunes de la XXIV semana
Textos
De la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2, 1-8)
Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos.
El dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.
Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras. Palabra de Dios.
Mensaje[1]
El apóstol recomienda a Timoteo «ante todo» la oración; es la primera obra del creyente. Y lo es especialmente la oración que hacemos en común.
Las cuatro formas de oración que se citan –«plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias»– muestran la riqueza con la que se manifiesta la invocación de la comunidad. La oración cristiana no tiene límites y se extiende a todos los hombres. Los cristianos también expresan la universalidad del Evangelio en la oración. Así como son llamados a acoger a todos los hombres, sin fronteras ni limitaciones de cultura, etnia o parentela, también su oración por el mundo entero sube a Dios. Se podría decir que la oración se caracteriza por la geografía de los amigos, de las súplicas, de las angustias, de los problemas, de las alabanzas y de las acciones de gracias del mundo.
La oración remite a un amor que va más allá de los límites temporales, espaciales e individuales; no olvida a nadie, y aún menos excluye a nadie. Del mismo modo que Dios abraza a todos los hombres, y «hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5, 45), también la comunidad cristiana reza por todos. Para la comunidad, rezar por toda la familia humana, para que la vida de todos sea «tranquila y apacible», es un verdadero ministerio.
Pablo deja entrever así este ministerio de la intercesión por el mundo y por la paz. Es una tarea que ha sido confiada a la Iglesia independientemente de las convicciones y de los comportamientos de las autoridades civiles. Y el apóstol –no por casualidad– destaca que la oración por todos los hombres, incluidos los gobernantes, es «agradable a Dios», porque es el «Salvador» de todos.
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 336.