Dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata

Tiempo Ordinario

Martes de la semana IV

Textos

Lectura de la carta a los hebreos (12, 1-4)

Hermanos: Rodeados, como estamos, por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe.

El, en vista del gozo que se le proponía, aceptó la cruz, sin temer su ignominia, y por eso está sentado a la derecha del trono de Dios.

Mediten, pues, en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo. Porque todavía no han llegado a derramar su sangre en la lucha contra el pecado. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

Después de haber narrado la larga historia de los testigos de la fe, el autor de la Carta a los hebreos se dirige directamente a la comunidad para exhortarla a no sentirse sola ni abandonada: ella forma parte de una larga historia de fe y de salvación. Es más, la comunidad de creyentes a la que se refiere la Carta está rodeada por «una gran nube de testigos» que la sostienen y la estimulan para seguir por el camino de la fe y del discipulado de Jesús.

El autor retoma la imagen de la carrera, utilizada también por Pablo, para que los cristianos prosigan con generosidad la lucha por la fe. Y, como sucede en todas las carreras, es necesario liberarse de todo peso, de todo empacho del pecado y mantener la mirada fija en la meta, es decir, en Jesús «el que inicia y consuma la fe».

El cristiano está llamado a imitar a Cristo. En este sentido, siempre permanece como discípulo, es decir, un creyente que escucha y sigue al Maestro en toda estación de su vida. El discípulo se da cuenta por eso de la urgencia de los tiempos, no se retrasa, no duda, no pospone. Sabe que toda estación tiene su momento oportuno que no hay que perder. Por eso corre con perseverancia.

La Carta habla de alegría y de cruz. Parece una situación contradictoria; en realidad la alegría verdadera del cristiano no puede no pasar a través de las heridas del dolor y del sufrimiento, no puede evitar tocar las llagas de Jesús. El autor aclara que el seguimiento de Jesús comporta también la cruz y, por tanto, la acogida de oposiciones y amenazas para poder alcanzar al fin la patria del cielo. Por esto los creyentes no deben desviar nunca su mirada de Jesús: «Mediten, pues, en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo» (12, 3).


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 87-88.

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