Adviento
Lunes de la I semana
Los textos
Del libro del profeta Isaías (2, 1-5)
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y Jerusalén: En días futuros, el monte de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas, y hacia él confluirán todas las naciones.
Acudirán pueblos numerosos, que dirán: “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor”.
El será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra.
¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del Señor. Palabra de Dios.
+ Del evangelio según san Mateo (8, 5-11)
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico y sufre mucho”. El le contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano.
Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande.
Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”. Palabra del Señor.
Voz: Marco Antonio Fernández Reyes
Fondo musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez
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El mensaje
La voz del profeta Isaías, predicador de la esperanza en el siglo VIII a C, resuena para remover las conciencias y dar una nueva visión del proyecto de Dios en el mundo; su mensaje nos ayudará durante el adviento para vivir el itinerario que va de la oscuridad a la luz, esto es, de las tinieblas de nuestros miedos, sufrimientos y angustias y de todo lo que causa el mal en la humanidad, a la revelación luminosa de la obra poderosa que Dios realiza con la llegada del Mesías.
Un mirada rápida al mundo en que vivimos, nos hace constatar que uno de los más grandes anhelos de la humanidad es la paz. El mundo en el que vivimos es conflictivo y violento la palabra de Isaías arroja toda su luz de esperanza: el advenimiento del Señor transformará la historia: de las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas.
En el evangelio contemplamos el encuentro de Jesús con el centurión romano en Cafarnaúm. Quien pide la ayuda de Jesús es un soldado extranjero, pagano, representante del poder imperial que se ha enseñoreado sobre el pueblo de Israel; en pocas palabras, es una persona impura. Ante Jesús este hombre no se presenta como un guerrero, su arma no es la espada sino la fe y la compasión; se presenta expresando un profundo sentido de indignidad y reconociendo que el poder de la Palabra de Dios, manifestado en Jesús, no tiene fronteras. Así como el experimenta la eficacia de sus órdenes con sus subalternos, con mayor razón será eficaz la palabra de Jesús para sanar a su siervo enfermo.
El adviento abre el horizonte de la salvación a todos; nadie está excluido y ninguna circunstancia es excepción. Lo escuchamos de Isaías y lo contemplamos en el evangelio. Aprovechar esta oportunidad salvífica nos pide ponernos en camino, desinstalarnos, salir de la modorra espiritual, dejar el miedo, la cobardía y bajar la guardia para acercarnos a Jesús, como lo hizo el centurión romano, para interceder por otros y por nosotros mismos, convencidos que una Palabra suya basta para hacer nueva nuestra historia y la de la humanidad.