De Jacob se levanta una estrella y un cetro surge de Israel

Adviento

Lunes de la III semana

En aquellos días, Balaam levantó los ojos y divisó a Israel acampado por tribus. Entonces el espíritu del Señor vino sobre él y pronunció este oráculo: “Oráculo de Balaam, hijo de Beor, palabra del varón de ojos penetrantes; oráculo del que escucha la palabra de Dios y contempla en éxtasis, con los ojos abiertos, la visión del todopoderoso.

Qué bellas son tus tiendas, Jacob, y tus moradas, Israel. Son como extensos valles, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor, como cedros junto a la corriente. De su descendencia nace un héroe que domina sobre pueblos numerosos”.

Y de nuevo dijo: “Oráculo de Balaam, hijo de Beor, palabra del varón de ojos penetrantes, oráculo del que escucha la palabra de Dios y conoce la ciencia del Altísimo y contempla en éxtasis, con los ojos abiertos la visión del todopoderoso. Yo lo veo, pero no en el presente; yo lo contemplo, pero no cercano: de Jacob se levanta una estrella y un cetro surge de Israel”. Palabra de Dios.

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El libro de los Números narra que cuando el pueblo de Israel, con Moisés a la cabeza, a punto de llegar a la tierra prometida, se vio obligado a acampar en Moab. El rey que en ese entonces gobernaba la región era Balak; el rey tenía conocimiento del último combate y de la victoria israelita sobre los amorreos, decidió contratar un profeta traído del oriente con la intención de hacerlo usar sus artes mágicas en contra del pueblo de Israel.

El profeta Balaám tenía la tarea de evitar la ruina de Balak, invocando bendiciones sobre él y maldiciones sobre el enemigo, pero sobre todo tenía la tarea de impedir la culminación del éxodo de Israel.

El profeta Balaám intentó en cuatro ocasiones cumplir con su tarea, pero no lo consigue. El trata de cumplir su contrato, pero en cada ocasión Dios invierte las cosas: en lugar de maldecir, lo que hace Balaám, -inspirado por Yahvé- es enviarle grandes bendiciones a Israel.

A pesar de ser un profeta que sale de un trasfondo oscuro, Balaám es un tipo honesto; deja que Yahvé tome posesión de él y dice la verdad ante todo, a pesar de que le han pagado para que profetice según los intereses del rey.

Por eso es interesante notar en el texto la acreditación profética que recibe y que se repite dos veces en el pasaje: «Oráculo de Balaám, hijo de Beor, palabra del varón de ojos penetrantes; oráculo del que escucha la palabra de Dios y contempla en éxtasis, con los ojos abiertos, la visión del todopoderoso».

En el marco de estas palabras se introducen dos predicciones de las cuatro que pronuncia Balaám sobre el futuro de Israel.

«Qué bellas son tus tiendas, Jacob, y tus moradas, Israel» Balaám predice la prosperidad de Israel en todos los sentidos: en las ciudades sus construcciones, en los campos la fertilidad de sus cultivos. La gloria de Israel cruzará incluso las fronteras, ya que su descendencia anuncia que «de su descendencia nace un héroe que domina sobre pueblos numerosos».

«Yo lo veo, pero no en el presente; yo lo contemplo, pero no cercano: de Jacob se levanta una estrella y un cetro surge de Israel» Nuevamente Balaám pronuncia palabras de alabanza para Israel. Con la visión de la “estrella” y del “cetro” se apunta a la esperanza futura, no sólo de Israel sino del mundo entero.

Con estos dos símbolos, la profecía se refiere al surgimiento de la monarquía davídica. David era la “estrella” que el profeta predecía y el hombre al cual se le daría el “cetro” del reino unificado de Judá y de Israel.

En el judaísmo tardío esta profecía fue interpretada como anuncio del Mesías, que sería un rey, un ungido, de la descendencia de David. El mesías sería “un hijo de la estrella”. Esta profecía está en el trasfondo del relato de los magos y la estrella que leeremos en el tiempo de Navidad, especialmente la frase: “vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle”.

A Balak, el rey moabita, no le funcionó su plan de guerra, más bien, por el contrario, Dios hizo de su enemigo un instrumento de bendición.

Igualmente en el camino de Jesús, ya desde su nacimiento -como sucedió con Herodes, se presentarán peligrosos adversarios.

En el evangelio que leemos hoy, (MT 21, 23-27), las autoridades judías se interponen en el camino de Jesús para cuestionar hipócritamente su autoridad. Jesús revierte el ataque que le dirige cuestionando la actitud religiosa de los líderes de Israel que no tomaron en serio a Juan Bautista, de ahí que su autoridad no tenga crédito.

La figura del Bautista aparece en primer plano en la pregunta que formula Jesús: «:¿De dónde venía el bautismo de Juan, del cielo o de la tierra?».

La historia de Balaám, cuyo ministerio oscila entre los intereses de los hombres y los del cielo, sirve de fondo al ministerio de Juan el Bautista que preparó el camino a Jesús y nos cuestiona a nosotros sobre los arreglos, justificaciones o componendas, que hacemos para no tomar en serio la Palabra que viene de Dios.


[1] Oñoro, F., La profecía de la estrella: Números 24, 2-7 y 15-17. CEBIPAL/CELAM.

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