Cuidado con los falsos profetas

Tiempo Ordinario

Miércoles de la XII semana

Textos

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuidado con los falsos profetas, Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos.

Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”. Palabra del Señor.

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El evangelio de hoy nos presenta otro criterio de discernimiento para permanecer en el camino recto, el camino del Reino; se trata de estar atentos a la obra de los falsos profetas. Pablo se había expresado de ellos diciendo:  “Esos tales no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por medio de suaves palabras y lisonjas, seducen los corazones de los sencillos”.

Desde los orígenes hasta hoy no ha sido fácil a los discípulos de Jesús orientarse en medio de todas las enseñanzas, opiniones, explicaciones de la Escritura, interpretaciones del presente y del futuro, que se escuchan. Muchas palabras pueden ser inteligentes y bien dichas, pero no necesariamente verdaderas. 

Los falsos profetas obran con la palabra pero nunca con la coherencia con lo que predican; de aquí proviene un criterio de discernimiento. 

Jesús con su ejemplo nos enseña a no sostener discusiones inútiles; no nos pide discutir o fiscalizar las palabras de los demás; para saber si se trata de un verdadero o falso profeta nos remite a las obras, a su testimonio. Dice dos veces: “Por sus frutos los conocerán”.

Esto no es novedad. Ya Juan Bautista había predicado: “Den fruto digno de conversión” e incluso había advertido: “todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego”. Jesús repite hoy esta última frase pero en tiempo presente: “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego”. 

El buen fruto es el actuar según la justicia del Reino, que corresponde a la voluntad de Dios. Éste no puede ser sustituido por ninguna palabra y es el punto de referencia. Cuando esto se descuida, viene la ruina. 

La comparación del falso profeta con un lobo disfrazado de oveja, muestra hasta que punto una persona puede predicar una Palabra sin estar convertido a ella. La apariencia es buena pero por dentro sigue el hombre viejo: el codicioso y rapaz que somete todo lo que aparece en el camino a sus intereses personales; el fondo, sigue siendo la misma persona “salvaje” que no ha conocido la educación del Reino. 

Por eso las obras seguirán siendo el punto de referencia en el discernimiento del falso profeta: no importa todo lo que diga, lo que cuenta es lo que al final haga. Y ya sabemos cuál es el actuar que se espera. 

En fin, todo el Sermón de la Montaña enseña cuál es el actuar justo. Con base en este criterio se debe hacer una valoración de los frutos de cada árbol, y sólo la conformidad con la enseñanza de Jesús -los valores del Reino- indica si son correctos o no. La valoración de las obras debe disipar la niebla de las palabras.

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