Inicia tu meditación escuchando este canto. Repítelo en tu corazón
Cristo Jesús – Taizé
Textos bíblicos
Primera Lectura: Génesis 17, 3-9
Salmo 104
Evangelio: Juan 8, 51-59: Su padre Abraham se regocijaba con el pensamiento de verme
Reflexión
«En verdad, en verdad les digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás». Esta afirmación que abre el pasaje evangélico de este día habla claramente de la fuerza liberadora de la Palabra de Dios. La insistencia sobre la escucha y la obediencia al Evangelio muestra a los discípulos el camino a seguir para ser liberados de las esclavitudes del mundo, incluida la muerte. Es verdaderamente extraordinario que, mientras el Señor quiere regalarnos la vida «eterna» (que no acaba con la muerte), nosotros en cambio nos resistamos a sus palabras.
Muchos miran con desconfianza y hostilidad el ofrecimiento generoso que el Señor hace de un a vida diferente, más humana y llena de sentido; hay como un rechazo por nuestra parte de este amor tan grande. Si acaso se acepta el Evangelio a condición de que sea menos exigente, que no moleste demasiado, que no pretenda cambiar demasiado la vida y las costumbres. Es fácil que incluso nosotros nos sumemos al interrogante de los que querían poner en duda la autoridad de Jesús: «¿Eres tú acaso más grande que Abrahán?». La intención era limar el Evangelio, vaciarlo de su fuerza, rebajarlo hasta la normalidad. «¿Por quién te tienes a ti mismo?», le dicen con descaro. En efecto, sólo Dios puede vencer la muerte, Y esto es precisamente el Evangelio, la buena noticia, que Jesús ha venido a traer al mundo.
Revisa tu vida:
Si vivimos encerrados en nuestro egocentrismo, nos pareceremos fácilmente a aquellos que escuchaban a Jesús, que primero lo criticaban con hastío y luego recogían piedras para lapidarlo.
Propósito:
Has el recuento de las personas a las que criticas. Pregúntate por qué lo haces. Enfrenta la verdad y remueve de tu corazón las razones egoístas de tu crítica.
Jaculatoria:
El Señor nunca olvida sus promesas
Concluye tu meditación escuchando y apropiándote este canto:
Nada te turbe – Taizé