Consuélense unos a otros 

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Lunes de la XXII Semana

Textos

De la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (4, 13-18)

Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza.

Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que murieron en Jesús, Dios los llevará con él.

Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los que quedemos vivos para cuando venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre los que ya murieron.

Cuando Dios mande que suenen las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo.

Entonces, los que murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos entre nubes, por el aire, para ir al encuentro del Señor, y así estaremos siempre con él.

Consuélense, pues, unos a otros con estas palabras. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

Tras decir a los tesalonicenses que se comporten de manera digna de la vocación que han recibido, Pablo habla de la muerte o, más bien, de nuestro destino. No es bueno -afrima el apóstol- estar en la incertidumbre como les pasa a los que no creen. Evidentemente, los tesalonicenses se habían dejado contaminar por la idea totalmente pagana de negar la resurrección de la carne, corazón del mensaje cristiano.

Pablo les escribe: del mismo modo que no nos entristecemos por nuestra muerte porque sabemos que resucitaremos, tampoco debemos «afligirnos» por los que ya están muertos. También ellos resucitarán. El dolor por la muerte de nuestros seres queridos no debe sumirnos en la deseperación. 

La esperanza cristiana no se basa en teorías filosóficas, sino en la certeza de la resurrección de Jesús. Eso es lo que nos transmitieron los apóstoles con su predicación tras haber sido testigos directos: «El que estaba muerto» vivía entre ellos realmente, en carne y huesos, aunque de manera espiritual. Todo eso no forma parte de la naturaleza y solo es accesible por la fe. Del misterio de la resurrección de Jesús se pasa a nuestra resurrección y a la de aquellos que nos han precedido.

Todos, tanto los que estamos todavía en esta tierra como los que ya han muerto, encontramos la esperanza en la resurrección de Jesús. El «orden» de la eternidad, que es el mismo Cristo, afecta primero a los que ya están muertos y luego «nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en las nubes», es decir, seremos llevados al cielo mismo de Dios. «Y así estaremos siempre con el Señor». El futuro ya ha empezado con la resurrección de Cristo.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 320-321.

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