Amarás al Señor, tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo

Tiempo Ordinario

Viernes XX semana

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él.

Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?” Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. Palabra del Señor.

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Mensaje[1]

Jesús se encuentra todavía en el templo. La confrontación con los fariseos se vuelve cada vez más áspera. El contexto del evangelio de hoy está marcado por la voluntad de los fariseos de tender una trampa más a Jesús para obligarle a tomar posición frente a un tema religioso, como ya intentaron hacer con la cuestión del tributo al César y, posteriormente, los saduceos con el problema de la resurrección de los muertos. 

Señala Mateo que los fariseos se habían reunido para decidir el argumento; el que interviene es, por consiguiente, su portavoz. El objeto de la pregunta está tomado de un debate que era de actualidad en las escuelas rabínicas: ¿cuál es, entre todos, el primero de los mandamientos? Quieren conocer la opinión del nuevo maestro sobre cuál es el principio que inspira la ley. Nada más simple y correcto, a primera vista.

La respuesta de Jesús está montada sobre dos citas: una tomada del Deuteronomio (6,5) y otra del Levítico (19, 18). Esos dos textos constituían el corazón de la espiritualidad del pueblo de Israel. El primero, el mandamiento del amor total a Dios, estaba escrito en las jambas de las puertas, bordado en las mangas, y era recitado por la mañana y por la noche, para que estuviera siempre presente en el ánimo del creyente, como celebración continua de la alianza. El auditorio no podía dejar de estar de acuerdo. 

La novedad que aporta Jesús se encuentra en el vínculo entre el amor a Dios ·y el amor al prójimo, a los que declara inseparables y de igual importancia. Por otra parte, está la relación del mandamiento del amor con toda la revelación bíblica de la voluntad de Dios con su pueblo; los dos mandamientos constituyen el punto de apoyo, el centro de donde brota todo lo demás, el que ilumina, purifica y transforma todo.

Una ley tiene valor si está penetrada por el amor. Las buenas obras tienen valor en la medida en que son obras de amor a Dios y al prójimo. Eso es lo que proclamaban los profetas cuando llamaban a la conversión del corazón. Jesús lo puede afirmar porque «conoce al Padre» . Él no ha venido a abolir la ley, sino a darle cumplimiento; por consiguiente, es su intérprete autorizado y el realizador de la ley de vida expresada en la voluntad del Padre. Lo mostrará en su entrega en la cruz. El conflicto se convierte, una vez más, en lugar de revelación y en acontecimiento formativo para los suyos. 


[1] G. Zevini – P.G. Cabra – M. Montes, Lectio divina para cada día del año., XI, 145-146.

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